domingo, 23 de noviembre de 2014

"No soy el rey de nada ni de nadie": Jesús de Nazaret.

Siguiendo el ejemplo de mis amigos José Ignacio y María López Vigil, quiero traer a Jesús de Nazaret a nuestro tiempo para que hable acerca de una solemnidad que tiene mucho material para revisar y para pensar: la de Jesucristo, Rey del Universo. Le hice una entrevista que ahora comparto con ustedes.

Carlos Novoa: Gracias por concederme esta entrevista, Jesús.

Jesús de Nazaret: Con todo gusto, Carlos. Pregunta lo que quieras.

C.: Cuando el año va llegando a su fin, la iglesia católica romana celebra la llamada fiesta o solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Mi primera pregunta: ¿es usted el Rey del Universo?

J.: No. Yo no soy el Rey del Universo. No soy el rey de nada ni de nadie. El único rey es Dios.

C.: Pero usted es el Hijo de Dios, y si como dice, Dios es Rey, usted por lo menos es príncipe.

J.: ¿Cómo un campesino como yo, hijo, nieto de campesinos, podría ser rey o príncipe? En verdad, como dices, soy hijo de Dios. Lo soy como lo eres tú, como lo es todo ser humano.

C.: Sus iglesias, quienes conforman esas iglesias, creen que usted es Rey.

J.: En mi tiempo, en el momento de la historia que me tocó vivir, hubo muchos reyes y emperadores. Vivían en medio de grandes lujos, tenían multitudes bajo su mando y, por lo general, disponían de la vida y de los bienes de esas personas a su antojo. Eran crueles y soberbios; algunos incluso se creían dioses. 

Ante el clima de injusticia que esa situación causaba, yo dije, yo propuse muy claramente: nadie arriba, nadie abajo. Todos al mismo nivel, todos iguales, todos hermanos, hijos de un único Padre, que también es Madre. A mis amigas y a mis amigos, a los que conformaron el primer grupo para luchar por el Reino de Dios, yo les dije: ámense los unos a los otros; quien quiera ser el primero, que se ponga al servicio de todos.

C.: Pero según los Evangelios, cuando Poncio Pilato le preguntó si era rey, usted respondió afirmativamente.

J.: Según me han contado, ya que no sé leer los libros de ahora y apenas sabía leer la Ley de mi pueblo, en tres de esos libros que mencionas yo le respondí a Pilatos “tú lo has dicho”: eso que dices lo dices tú,  por tu cuenta o porque otros te lo han dicho de mí; no lo digo yo. Solamente en uno de ellos aparezco diciendo una a una las palabras: “tú lo has dicho: soy rey”.  A Mateo, a Marcos y a Lucas les faltó la mitad de mi declaración. Y al final de cuentas, ¿importa tanto lo que haya dicho o dejado de decir en ese momento en cuanto a esto? Se quedaron dando vueltas alrededor de esa frase, y se olvidaron del resto de mi mensaje, que es mucho más importante.

C.: ¿A qué se refiere?

J.: Mira mis actos y revisa mis palabras. Yo hablé de amor, de compartir, de la Buena Noticia de Dios que era dada a los pobres, a los pobres-pobres, y que era ignorada o atacada por los poderosos, por los que se creían más que los demás. Yo hablé de justicia. Yo pasé haciendo el bien e invité a quien me escuchara a hacerlo también. ¿No es contradictorio todo esto con el hecho de que me llamen rey, sobre todo cuando, insisto, siempre hablé de Dios como el único rey? Y ten en cuenta que Dios no es como los reyes de este mundo. Es totalmente diferente.

C.: ¿Qué pasó entonces, Jesús, para que se llegara a esta situación que usted llama contradictoria?

J.: Mi amigos, la gente que escuchó primero mi mensaje, me tenían muchísimo cariño. Y yo también los quería a ellos. Cuando me fui, para no perder el recuerdo de mis palabras y de mis actos, y sobre todo, para presentar al mundo mi propuesta, tuvieron que presentarme como alguien muy especial que tenía un mensaje muy importante. Tomaron elementos de mi vida y los engrandecieron; incluso, hasta exageraron. Para mí, lo más importante era Dios y anunciar su plan para el mundo. Pero luego, mi figura fue puesta en primer lugar. Me parece que el problema consistió, para empezar, en eso.  

C.: ¿”Para empezar”? ¿Qué quiere decir?

J.: Después de mí, vinieron las comunidades que yo propuse y que divulgaron mi mensaje a partir del ejemplo de poner todo en común. Pero con el paso de tiempo vino también algo que no estaba ni en mi proyecto ni en mi mensaje: una institución con poder y con influencias en la que ya no había esa igualdad, esa hermandad que nos identificaba, sino todo lo contrario. Las comunidades fueron perseguidas, tal y como yo dije que le pasaría a quien optara por la Justicia de Dios. Aquella institución, respaldada por los poderosos de turno, se volvió perseguidora. Y decía que todo lo hacía en mi nombre. Hubo reyes que la patrocinaron y que buscaban su aprobación para justificar su poder y sus abusos. Hubo en esa institución muchos que, llamándose pastores, se creyeron reyes y se hacían tratar como tales. Me invocaban, me llamaban el líder de esas cosas tan terribles, cuando en realidad nada tengo que ver con eso. Traicionaron mi mensaje, lo secuestraron, lo manipularon para cometer abusos e incluso crímenes. Hoy veo que esa situación no ha cambiado mucho desde entonces.

"Esta imagen me escandaliza": Jesús de Nazaret.
C.: En una imagen suya muy presentada durante la solemnidad de la que hablamos, usted aparece con un manto púrpura con bordes dorados sobre los hombros, con un cetro en la mano izquierda y con una corona sobre la cabeza. En algunas versiones, no sólo con una; incluso con dos o tres.

J.: He visto esa imagen y te digo que me entristece, que me escandaliza. Esa persona que allí aparece no soy yo; no tiene nada que ver conmigo ni con mi mensaje. Mírame: ¿cómo estoy vestido?

C.: Usted lleva un manto gastado y en los pies unas sandalias rotas.

J.: Yo denuncié a los reyes y a los emperadores de mi tiempo y por eso me mataron. Ahora me visten con traje de rey y de emperador. Así han justificado muchas cosas terribles. Yo te digo que, si a quienes así me visten hoy les dijera en su cara todas las cosas que dije en mi tiempo, me volverían a crucificar. O me quemarían en la hoguera, o me sentarían en la silla eléctrica.

C.: Sin embargo, se dice que proclamarlo a usted rey del universo  es “relativizar todos los poderes de este mundo, pues no son fines en sí mismos, sino que deben orientarse hacia el auténtico del Reino, el de Dios, que es Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”[1].

J.: Si así fuera, entonces ¿por qué veo que entre ustedes todavía hay quienes se ponen por encima de los demás? Hay algo ahora que ustedes llaman democracia, algo así como el gobierno del pueblo. Pero he visto que esos que eligen para que gobiernen en nombre de la gente en realidad se aprovechan de ustedes y manejan las leyes a su antojo. Esto es tan grave o más que las cosas que conocí en mi tiempo. Y luego esos gobernantes se llenan la boca diciendo que actúan por la paz y la justicia. Por eso no sirve de nada que me llamen rey. Además de falso, es palabrería que no cambia nada. Ahora, yo te pregunto a ti de dónde salió eso de que soy el rey del universo.

C.: Según tengo entendido, La Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, fue promulgada en 1925 por el papa Pío XI a partir de lo determinado por el Concilio Ecuménico de Nicea, en el cual se definió el dogma de la consubstancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, aparte de las palabras del Credo “y su reino no tendrá fin”[2].

J.: ¿Cuándo fue ese concilio del que me hablas?

C.: Más o menos trescientos años después de usted, Jesús. Y fue convocado por el emperador romano Constantino.

J.: Ya me han hablado de ese emperador. Un personaje que se aprovechó de mi mensaje para afianzar su poder y para salvar su imperio, que ya estaba cayéndose. ¿Cómo no me va a entristecer y molestar que me llamen rey? Y además, tengo entendido que durante aquellos tiempos, mis seguidores, o mejor dicho, los poderosos que decían ser de los míos, perdieron el tiempo definiendo, incluso por la fuerza, quién era yo. ¡Pero cuánto dejaron de practicar mi mensaje; cuánto dejaron de enseñar a los más pequeños, a la gente humilde, a practicarlo en espíritu y en verdad, y en vez de eso los llenaron de miedos y de cargas pesadas, así como hacían los fariseos de mi tiempo, y peor aún!

C.: Finalmente, ¿qué le dice usted a la gente acerca de esta solemnidad de Jesucristo Rey del Universo?

J.: Aquellas personas que entiendan mi mensaje, que dediquen sus vidas a servir a los demás y a luchar por un mundo justo y digno para todas y para todos, jamás me llamaran rey. Le digo a quien me quiera escuchar: no me llamen rey, pues no lo soy. No vine a ser servido ni a ser reverenciado. Vine a servir, a anunciar vida en abundancia y, especialmente, que en el Reino de Dios ya no habrá coronas, cetros ni mantos de lujo. Todo eso se volverá entonces polvo que se lleva el viento.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Una rapidita: Acerca de "Trolleando a los Testigos de Jehová"

Un nuevo contacto mío en la red social compartió este video: 


A primera vista, peyorativo. Pero vale la pena revisarlo cuidadosamente y reflexionar con sensatez y respeto. 

Yo le respondí a mi contacto lo siguiente:

Interesante experimento. Varios detalles: la niña responde a las palabras del hombre con una sorpresa ingenua. El problema con la institución (o institucionalidad) religiosa es que no da cuenta a sus fieles de los matices de la realidad ni propone una educación al respecto. Ahora, cuando el hombre declara "su fe" frontalmente, la actitud de los "evangelizadores" es huir. Escapar. Dejar al pecador en su inmundicia, no sea que me contamine. Dos extremos: venir con "la respuesta" y abandonar cuando no se la reciben, negarse a un contacto realmente humano que sería más efectivo (y no necesariamente en términos de religión, sino de elemental convivencia). Todos los que decimos ser creyentes hemos pasado por ese "infantilismo espiritual" y cuando sabemos que existe, debemos hablar de él y corregir sus posiciones, sin imposiciones. A propósito, una canción (Llaman a la puerta, de Tierra Sur) y un audio radiofónico (la ballena de Jonás) acerca de los Testigos de un juicio que nunca llega, como dice López Vigil.

¿Usted qué opina? Acá los vínculos del comentario:

Llaman a la puerta (Tierra Sur):




La ballena de Jonás (Radialistas):

http://radioteca.net/audio/la-ballena-de-jonas/

viernes, 13 de junio de 2014

El fanatismo y su sabroso remedio

El Roto y una de sus viñetas.
Al final de la entrada anterior compartí mi temor ante un fenómeno producto de la tendencia de cristianas y cristianos de evitar y satanizar las críticas. Dicho fenómeno es el fanatismo.

Las personas fanáticas, según la Real Academia Española, defienden con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas, de manera ciega. Francisco Gutiérrez, en su obra Expediente negro (tomo 1, capítulo: La guerra de los Canudos, 1984, p. 45), ofrece otras características del fanático: su convencimiento mesiánico; su implacable división del mundo entre buenos y malos; su poder de convicción desmesurado; su verbo simple pero arrollador; su casi increíble capacidad de sacrificio.

No pocas veces se ha identificado el fanatismo con la ignorancia, con la falta de estudios. Pero en realidad hay fanatismo tanto en iletrados como en académicos. Un ejemplo de este último caso es el Procurador General de Colombia, Alejandro Ordóñez, abogado de profesión.

Las personas fanáticas no podrían entender la comunicación como proceso de encuentro entre diversas posturas en un nivel horizontal. A ellas les parece justo y cómodo un sistema que informa (en el mejor de los casos) o que impone. Nada mejor para un fanático que estar de acuerdo con quien desde arriba da las órdenes a la mayoría.

"Un buen fanático está siempre listo 
para una discusión".
Quien vive en el fanatismo lleva su punto de vista a todas partes, pero no para compartirlo. Su afán desmedido por difundir su verdad por el mundo pasa por encima de las creencias o las ideas de los demás. No desaprovecha ningún espacio para hacerlo, incluso aquellos considerados como "espacios de perversiones", "nidos del mal": la Internet, por ejemplo. 

Fácilmente se identifica al fanático por una casi enfermiza búsqueda de la discusión (mientras más pública, mejor) con quienes no comparten sus convencimientos. Exhibe sus razones sin parar, evitando que el otro esgrima las suyas, sin detenerse a pensar si algo falla en su discurso. Para él, los demás son enemigos. Y a los enemigos se les enfrenta en el campo de batalla; por lo tanto, hay que estar listos. Es como dice Charles Schulz, por boca de Linus, uno de sus personajes: un buen fanático está siempre listo para una discusión.

Una cosa es que algo nos guste con pasión y le dé cierta identidad a nuestras vidas, y otra muy distinta es la obsesión, el fanatismo. Me gustan los Beatles y no me gusta el reguetón, pero no puedo condenar al infierno o agredir a quienes sí gustan de él. Por otra parte, una persona fanática está tan metida en su cuento, que poco o nada puede ver de lo que sucede a su alrededor: ni se alegra por las cosas buenas que suceden, ni se conmueve ni actúa ante tantas dificultades, problemas e injusticias. 

Los gustos y las pasiones se dan en casi todas las etapas de la vida y florecen en diversos escenarios y sobre diversos temas (medios, deportes, alimentos, música, etc.). Daré un ejemplo. En las llamadas redes sociales encuentro con cierta frecuencia no pocos comentarios evidentemente fanáticos. Si acaso verifico quién es la persona que los emite, encuentro que es alguien que no es ni muy joven ni muy mayor (digamos, entre sus 20 y sus 40 años), con una foto familiar en su perfil, común y corriente, de esas que no permite identificar fanáticos a primera vista. Aunque si yo veo que la foto de perfil de la persona es la imagen un caballero cruzado, como el que posa a la izquierda, musculosamente listo para la batalla, la verdad no hay que pensar mucho para saber qué tipo de ideas profesa el aludido.

El sabroso remedio contra el fanatismo

La vida nos ha enseñado que el más eficaz y humano ejercicio de la crítica es el humor. La historia del cristianismo pareciera ser, en no pocas ocasiones, la historia del bostezo como dogma de fe. "Dios", se ha dicho con y sin palabras durante siglos, "es un tipo enorme que allá en el cielo no tiene ni ganas de reír ni gusto por los que ríen". Quien haya leído El nombre de la rosa del profesor Umberto Eco recordará a Jorge de Burgos, el monje ciego que hace todo lo posible para evitar el triunfo de la risa, triunfo que desmoronaría el control ejercido por los poderosos sobre "los simples", los señores que tienen la sartén por el mango y logran bendiciones de los pastores. 

La figura del profeta Daniel sonriendo
en el Pórtico de la Gloria,
catedral de Santiago de Compostela.
Seguramente el anti-profeta para gente como el venerable Jorge sea Daniel. Un tocayo suyo, Daniel Samper Pizano, en un interesante artículo para la revista Gatopardo llamado Risa y terror, publicado tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, cuenta que el profeta en medio de los leones es prácticamente el único personaje bíblico representado con una sonrisa amplia en los labios. Veamos por qué en el texto griego de su libro.

Cuando el rey Ciro de Persia le pregunta por qué no adora al dios Bel, Daniel responde que solamente adora a Yahveh. El rey insiste: ¿acaso no puedes ver todo lo que el dios come y bebe diariamente?

Daniel se echó a reir y respondió:
-¡No se deje engañar, su majestad! Por dentro, ese ídolo es de barro; y por fuera es de cobre. ¡Jamás ha comido ni bebido nada! (Daniel 14.7).

Se propone una prueba para ver si el dios come o no los alimentos que le ofrendan (en realidad los consumidores son los sacerdotes del dios, y sus familias). Cuando el rey se dirige a verificar los resultados de la prueba...

Apenas abrió la puerta y vio la mesa (donde se ubicaron los alimentos para el dios), gritó el rey:
-¡Qué grande eres, oh Bel! ¡En ti ni hay ninguna clase de engaño!
Daniel soltó la risa y no dejó que el rey entrara en el templo (Daniel 14.18-19).

Podemos ver entonces que aquí el rey, muy ingenuo él, cumple el papel del fanático, aunque con una diferencia: es capaz de permitir que se lleve a cabo una prueba, un experimento, algo que podría darle la razón o no. Daniel, ante su ingeniudad, no puede hacer otra cosa que reírse. Si no fuera por las terribles consecuencias que en muchas ocasiones este punto de vista ha causado a tantas personas, uno podía decir que el fanatismo es motivo de risa.


Amos Oz, escritor israelí que durante un tiempo fue fanático sionista, descubrió que ese no era el camino adecuado y halló en el humor una manera de enfrentarlo y superarlo:

El sentido del humor es un gran remedio. Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor. Ni he visto que una persona con sentido del humor se convierta en un fanático, a menos que él o ella lo hubieran perdido. Con frecuencia los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. 

Tener sentido del humor implica habilidad para reírse de uno mismo. Es relativismo, es la habilidad de verse a sí mismo como los otros te ven, de hacer la cuenta de que, por muy cargado de razón que uno se sienta y por muy terriblemente equivocados que estén los demás sobre uno, hay cierto aspecto del asunto que siempre tiene su pizca de gracia.

Y queda para ustedes muy recomendado su libro "Contra el fanatismo".

Uno puede pensar que ante el fanatismo no hay más opciones que sumarse a él, temblar ante su presencia y sus horrores o atacarlo sin piedad. Pero, ¿por qué no reírnos de su prepotencia o de su ingeniudad al estilo de Daniel o de Amos Oz? Podría ser el comienzo de un milagro que no tiene nada de sobrenatural y muchísimo de humano.

Y ya para terminar, porque me estaba saliendo muy larga esta entrada y ustedes disculparán, pero es que no puedo dejar de emocionarme, de darle "tac, tac, tac" al teclado ni de reírme... "Tac, tac, tac"... Perdón. Para terminar, un poco de humor en la radio. Les dejo este extracto de un capítulo de la serie "El padre Vicente", del profesor Mario Kaplún (el capítulo completo, en la página www.radialistas.net. Se llama "¿Quién es quién?"):

http://radioteca.net/audio/un-cuento-del-padre-vicente-el-catolico-va-al-ciel/

viernes, 28 de marzo de 2014

Los comentarios están desactivados

¿Cómo se manejan las críticas en la Iglesia-institución?


Como muchos otros medios en todo el mundo, el canal de televisión católico romano EWTN cuenta con su propio espacio en Youtube, tanto en inglés como en español.

Hace poco visité el sitio del canal para verificar algún dato que había visto en cierta emisión de Nuestra Fe en Vivo -espacio conducido por el señor Pepe Alonso-. Debido a las características de la información que buscaba, tras ver el material “bajé” a la sección de comentarios para conocer las opiniones que otros usuarios habían hecho del programa. No vi más palabras que estas: los comentarios están desactivados para este video.

No solamente para ese video; ninguno publicado por EWTN en Youtube puede ser comentado por los usuarios. Me quedé entonces con mi trabajo a medio hacer y con varias ideas en la cabeza que compartiré con ustedes.

Huyo de la crítica como de la peste…

El ejemplo de EWTN es uno entre muchísimos en los que la Iglesia Católica Romana demuestra su aversión y miedo a la crítica. Esta palabra, crítica, es definida por la Real Academia Española en su diccionario de la siguiente forma: examen y juicio acerca de alguien o algo y, en particular, el que se expresa públicamente sobre un espectáculo, un libro, una obra artística, etc.

No se indica en la definición, de ninguna manera, que todas las críticas sean negativas. Sin embargo, la costumbre ha hecho que cualquier comentario que se manifieste bajo el rótulo “crítica” sea identificado por el común de la gente de esa forma y relacionado con expresiones como “ataque”, “complot”, “conspiración”, “confabulación”, “maquinación”, “intriga” y muchas más.

La Iglesia no es ajena a esa situación y mucho menos cuando se sabe que durante más de dos mil años el cristianismo ha sido blanco de críticas; algunas veces con fundamento, otras sin él. En cualquier caso, a quienes nos decimos cristianos nos aterra la idea de que las personas nos señalen y hagan comentarios desfavorables de nosotros; así sean respetuosos, a manera de sugerencias, o francamente burlones u ofensivos, ¡ni hablar! Mejor no nos digan nada.

Yo veo en esta actitud un problema que contradice, e incluso niega, el sentido original de la evangelización entendida como un proceso comunicativo. En efecto, la comunicación implica el intercambio de saberes, opiniones, puntos de vista, miradas del mundo, en un nivel horizontal, de ida y de vuelta en muchos sentidos, que solamente se lleva a cabo en un ambiente de apertura y cercanía intelectual, afectiva, etc., creado por los interlocutores. Tan importante como ponernos de acuerdo acerca del código que emplearemos, es la actitud que tomaremos para usarlo.

La apertura también implica correr un riesgo que me parece inevitable: el riesgo a recibir críticas negativas. No aceptarlas, no saber aceptarlas, desvirtúa la comunicación, le resta fuerza y sentido. En pocas palabras, construye barreras.

La evangelización se hace en la plaza, o no se hace

Pero además del cómo, está el dónde. Quienes viven según el cristianismo se encuentran en un mundo en el que no están en soledad, sino de frente y en permanente contacto con un montón de experiencias, creencias, situaciones e ideas que se mueven sin cesar, y todavía más en el contexto actual. Acá encontramos el concepto de lo público, lo que nos atañe a todos, lo que sucede en la plaza del pueblo por donde pasamos todas y todos. Y lo público es inseparable de la comunicación.

Entonces, y así tenga sus razones respetables (que yo identifico con el miedo a la crítica negativa) ¿qué sentido tiene que EWTN divulgue un video en un espacio público a escala global, como es Youtube, si desactiva los comentarios? Que lo haga podría tener algún (muy pequeño) sentido si los publicara en su propia página. Sin embargo surge una pregunta más compleja: ¿de verdad el canal pretende comunicar, evangelizar cuando se resiste a encontrarse con ideas que le pueden disgustar e incomodar?

También es importante decir que, junto con los comentarios negativos, desaparecen de la escena pública en este caso los testimonios positivos, las felicitaciones, las sugerencias amables.

¡Eso te pasa por pecador!

Mientras escribo estas líneas aparece en los medios la información referente a un nuevo video de la señora María Luisa Piraquive, dirigente cristiana neopentecostal. Tras el escándalo por cuenta de un registro audiovisual suyo en el que señala que las personas con discapacidad no pueden predicar la Palabra de Dios en su institución (“por causa de la conciencia eso queda mal”, fueron sus palabras), el nuevo video muestra a doña María Luisa contando algunos casos en los que, según ella, Dios ha castigado a quienes han criticado o se han burlado de personas pertenecientes a su Iglesia, especialmente dirigentes.




Doña María Luisa es de esas personas que predica un dios chiquitico, de esos que ante una ofensa se llena de la ira más espantosa y destruye la vida de los osados e impenitentes perpetradores. Tan grave como la prédica es la actitud de sus oyentes: los cuchicheos denotan un asentimiento total, real o simulado. Las “pruebas” presentadas por la dama en el púlpito van desde lo grotesco (“un espíritu de risa”) hasta lo macabro.

Y entonces, ¿qué?

Creo que los casos que he presentado (por favor, que nadie los tome como excusas para atacar puntos de vista diferentes o para justificar posiciones, ¡por favor!) plantean ideas muy duras de aceptar para la Iglesia-institución, sea de la denominación que sea, tenga el apellido que tenga:

- En el afán de protegerse, olvida que merece la crítica negativa siempre que se hace con argumentos sólidos, con razones de peso. Y debe tenerla en cuenta. Esta crítica en esas condiciones debe verse como una oportunidad constructiva. Y resulta urgente que la Iglesia la separe de las bravatas y de los comentarios malintencionados (que existen, no se pueden negar) como se separa el trigo de la cizaña, porque si no lo hace perderá oportunidades valiosas de aprendizaje.

- Cumplir con la misión evangelizadora en el marco de lo público implica, necesariamente, enfrentarnos a situaciones no siempre agradables. Tenemos que re-educarnos para saber recibir las críticas contrarias. Y también tenemos que aprender a hacerlas a los demás, no para imponer nuestros puntos de vista, sino para presentarlas como alternativas que se pueden seguir o rechazar en libertad.

- El hecho de que nos critiquen no puede justificar en ningún caso una respuesta ofensiva, ni de palabra ni de hecho, con amenazas y llamamientos al “castigo divino”, concepto que nada tiene que ver con la propuesta de Jesús: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.

Los anteriores puntos no van solamente para las jerarquías, sino también 
–muy especialmente- para las cristianas y los cristianos que no hacen parte de ellas, para quienes andan por la plaza pública con mayor asiduidad que los mandos administrativos.

La situación que he presentado en esta ocasión me preocupa todavía más cuando pienso que es el camino ancho hacia una situación horrorosa: el fanatismo. De esto algo hubo en las líneas anteriores. Pero escribiré más acerca de esa insana pasión en mi próxima entrada.


Siéntanse libres de leer, pensar, compartir e, incluso, de disentir.

lunes, 24 de marzo de 2014

La primera entrada

Mi esposa Pilar y yo, desde nuestro proyecto Semilla Joven Servidores de Música, hemos compartido nuestra experiencia de fe a través de la música, la radio y la difusión de temas de salud durante más de una década. En este proceso hemos procurado ser coherentes con nuestra percepción del mensaje de Jesús, que no siempre ha sido la misma (la fe tiene que crecer y madurar con el paso del tiempo), ni ha correspondido a la visión "oficial" (especialmente durante los últimos tiempos). 


También nos hemos esforzado para tender puentes con otras formas de vivir la espiritualidad, tan respetables y tan ricas como la cristiana, al tiempo que invitamos a quienes han visto u oído nuestras ideas a relacionar su contexto personal y social con sus creencias, en vez de separarlos. 

Ha sido un viaje de alegrías y sinsabores, pero siempre con aprendizajes. 

 Durante los últimos meses hemos desarrollado nuestra propuesta especialmente en las redes sociales. Y ahora yo, como comunicador, propongo este espacio para profundizar en algunas de nuestras ideas y opiniones que han generado simpatías, pero también no pocas palabras de reprobación. 

En este blog me propongo relacionar, desde el título y en cada entrada, la fe como la experiencia humana de vivir a Dios en todos los campos de la existencia con la comunicación, el proceso de interacción social democrática, basada en el intercambio de signos, por el cual los seres humanos comparten voluntariamente experiencias bajo condiciones libres e igualitarias de acceso, diálogo y participación (Luis Ramiro Beltrán).

Si la evangelización es la difusión de la fe basada en el mensaje de Jesús, tiene plena relación con la definición de comunicación que he presentado en el párrafo anterior -una de las más interesantes que conozco-, ya que: 

 - Comunicar la fe es expresarla y compartirla de manera horizontal, entre iguales, entre sujetos al mismo nivel, empleando los todos medios posibles de forma respetuosa. 

 - Comunicar la fe es re-descubrir la dignidad de las personas y la del planeta en el que vivimos, del Universo todo. 

 - Comunicar la fe es expresar el pensamiento propio en el marco del respeto, aunque eso suponga ir en contravía del orden establecido. 

 - Comunicar la fe es evitar el adoctrinamiento, la verticalidad en la difusión de ideas, el pensar que tenemos la verdad de nuestro lado de manera absoluta y el desprecio por puntos de vista diferentes a los nuestros. 

- Comunicar la fe es pensar, es tener pleno convencimiento de lo que creemos porque también hemos reflexionado con criterio, en vez de decir "amén" mecánicamente a lo que otros nos plantean.

 - Comunicar la fe es anunciar la Buena Noticia incluso en medio de la marea alta de las dificultades, pero sin pintar un cielo lejano y artificial que nos venda los sentidos y nos genera falsas esperanzas. 

 - Comunicar la fe es encontrarnos con el Dios que camina junto a sus hijas e hijos en el camino de la construcción de un mundo mejor. 

- Comunicar la fe es mantenerse en la lucha por la vida, en un esfuerzo solidario, fraternal.

A partir de estas premisas comienza un nuevo frente de trabajo. 

Sean bienvenidas y bienvenidos a esta experiencia. Siéntanse libres de leer, pensar, compartir e, incluso, de disentir.