martes, 10 de noviembre de 2015

Carta al querido maestro Kaplún


Un meme que hicimos mi señora y su servidor con ideas del maestro Mario Kaplún.


Lo saludo con mucho cariño hoy, 10 de noviembre, cuando se cumple otro año del comienzo de su Viaje Eterno. Yo había anotado esta fecha de manera especial en mi agenda con la clara intención de escribirle esta carta.

Precisamente ayer me sorprendí cuando hice cuentas mientras le escribía a una querida profesora mía de los tiempos de mis estudios de pregrado: ¡han pasado 17 años desde ese 1998! Casi dos décadas. En ese año, yo estrenaba la mayoría de edad legal y comenzaba la carrera de Comunicación. Mientras, usted pasaba los últimos momentos corporales en este planeta, repletico de años y de historias. Desde que le conozco, maestro, siempre me ha llamado la atención este hecho. Unos llegan, otros se van; los primeros tienen temores, dudas, esperanzas, expectativas. Los segundos vuelven a recorrer sus pasos, quieren dejar un legado, se ríen o lloran según la idea que les atraviesa, se someten al juicio del tiempo. Y para rematar, una frustración: usted vino a Bogotá ese año. Y me lo perdí. Pero lo que siguió compensó con creces ese desencuentro. 

Algo de lo que le dije a don Galeano en su momento también se lo digo: no lo he leído mucho a usted, pero sí que lo he escuchado, lo cual es en cierta forma otra manera de leer. Usted hablaba de esos momentos especiales de silencio, de concentración, de reflexión en su cocina, con el infaltable mate al lado, pensando en sus guiones. A mí me pasa algo parecido, ¿sabe?: han sido muchas las ocasiones, atareado en cosas del hogar, escuchando sus series, analizándolas, desmenuzándolas con la cabeza, con el corazón, asistiendo a esas clases de producción de radio que han roto todas las barreras del tiempo y del espacio. Cada audición es un viaje a mundos cuidadosamente construidos -la fonda, la escuela, la parroquia, la calle, la fábrica, la mansión, la familia, etc.-, en los que los personajes se encuentran, se des-encuentran, hacen sus propios viajes, sacan sus propias conclusiones, hacen sus propias preguntas. ¿Se los imaginó usted tan independientes?

Quizás, maestro, en algunos momentos la cosa en los guiones que escribió puede parecer un asunto blanco y negro: buenos pobres vs. malos ricos. Afortunadamente, usted sabía que existía ese riesgo. Y supo enfrentar el desafío narrativo: en sus textos, los primeros también tienen sus sombras, mientras que los segundos no necesariamente son una una masa homogénea. Los primeros también la embarran; los segundos también pueden ser sacudidos por las realidades de la vida, cuestionados, confrontados hasta la re-consideración de toda la existencia. Eso sí, usted tomó partido. Usted terció por la gente del común, por el pueblo, por los ambientes que no tienen refinaciones pero sí mucha humanidad cálida, terrena.

Lo único que realmente lamento es que, si bien estoy seguro de que nunca fue su intención opacarla, a su lado no siempre se menciona el nombre de su esposa, doña Ana Hirsz, tan apasionada como usted por la producción educativa de mensajes. Irónicamente, tanto ella como sumercé denunciaron en su momento esa sociedad machista que en buena medida ha causado esta falla. Estoy seguro de que doña Ana debió ser mucho más que Mi Tío Juan, sin restarle mérito a este enorme y delicioso esfuerzo.

Otra cosa, y para terminar: el mensaje cristiano está por doquier en su obra, maestro. Pero no como típico discurso, sino como acción concreta. Como convicción profunda. Como riesgo. Como evolución. Como apuesta que compromete, que sacude, que ofrece un criterio para obrar pero no un seguro para quedarse tranquilo. No me lo imagino a usted yendo por ahí pregonando a grito herido su condición espiritual, exigiendo un respeto que no ha sabido dar primero. Y eso también lo aprendí con usted: el mejor seguidor del mensaje de Jesús de Nazaret, la mejor creyente, habla muy poco y hace mucho, se compromete con los otros, sirve y no espera ser servido, "explica, no condena" para educar. Precisamente, sumercé: para educar como ejercicio de comunicación, la gran pasión de su vida.

Gracias por todas las enseñanzas y por su ejemplo, el cual tratamos de seguir. Será hasta cuando nos encontremos en los terrenos de lo Eterno. 

* * * 

Para conocer al maestro Mario Kaplún:



Ponencia del maestro en el 1º Festival de Radioapasionados y Televisionarios.
Centro de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina - CIESPAL.
Aquí nos cuenta varias aventuras suyas relacionadas con su obra
y con sus proyectos de democratización de la comunicación en nuestro continente.



El padre Vicente, cura de barrio, uno de los más queridos personajes del maestro Mario.
Aquí, una de sus historias, humorísticamente filosófica: "El candelabro volvedor".



Jurado 13, obra del maestro Mario tan dura y humana en su contenido y denuncia
como cuestionada durante su producción.

Cristianos en búsqueda, una propuesta para encontrar las bases del mensaje cristiano
y para aplicarlas a partir del Concilio Vaticano II. Obra especialmente "escandalosa".

Los hijos de Laura Torres, serie escrita a dúo por el maestro Mario
y su esposa, Ana Hirsz, con motivo del Año Internacional del Niño.



lunes, 31 de agosto de 2015

Historias de taxi (reales, a diferencia de la de Arjona)

Taxi, por svwnwerk. Flckr, Creative Commons.

Recientemente, y en menos de 24 horas, tuve que tomar dos taxis para transportarme en Bogotá, cosa que no es mi costumbre.

Al primero lo tomé en la Avenida Rojas. Tanto su conductor como yo cometimos errores: él se acercó al andén de forma tan equivocada que me hizo perpetrar la tontería de abordarlo con riesgo para mi vida. Una motocicleta casi me tumba; su conductor, con toda razón, me echó un vainazo. Mi integridad le importó un pito al taxista con tal de ganar lo de la carrera; mi integridad me importó otro pito por andar de afán. 

Las dos torpezas me llenaron de vergüenza, mas pocos minutos después caí en el arrepentimiento. El conductor, un hombre ya entrado en años -es la verdad, qué le vamos a hacer-, tan pronto recorrió unos cuantos metros, sin que palabra alguna saliera de sus labios,  tuvo por natural, justa y necesaria acción el subirle el volumen a su aparato de sonido, que expelía letras y acordes de temas de Johnny Rivera y los Tigres del Norte, entre otras especies de la fauna musical popular local. 


Tengo por principio personal el hecho de que es posible sobrellevar la escucha de música que uno no disfruta en condiciones razonables. Pero la cosa cambia cuando le suben el volumen dentro de un taxi sin ni siquiera preguntar -mis oídos son mi herramienta de trabajo-, bajo el sol picante de un fin de semana y en medio de un trancón en la calle 80. 

-Señor, ¿podría por favor bajar un poco el volumen de la música?

A pesar de meditar un buen rato la selección de estas palabras para que sonaran tan respetuosas como fuera posible al pronunciarlas, aquel hombre me miró como si le hubiera mentado la madre. O peor: como si hubiera ofendido sus gustos musicales. Eran ojos de "insulte a mi mamá, pero con mi música no se meta, gran...". Y pasó al ataque:

-¿Y qué quiere que le ponga? ¿Rock?

Usted disculpe, pero no creo que tenga en su discoteca ambulante a Spinetta o a Queen, sumercé. Y no sé que tenga que ver el Charrito Negro con Johnny Cash. No tendrán en común ni el color de la ropa, en serio.

-Solamente le he pedido, por favor, que le baje el volumen a la música.

De muy mala gana el caballero giró la perilla del volumen hasta un nivel aceptable, no sin sacudirse:

-Si quiere se la quito, si tanto le molesta.

-No se preocupe. Yo tengo que escuchar de todo.

Esto se lo dije con la mirada fija en el salpicadero del vehículo -que me corrijan si me equivoco: de carros no sé nada-, en donde un pequeño altar mantenía vertical un ejemplar de la Novena a la Sangre de Cristo. Muy católico el señor. Después, ni una palabra más entre cliente y proveedor de servicio. Cuánto fue, fue tanto, tome, las vueltas y buena tarde. A decir verdad, no le dije gracias. 


Foto de Anna Garlikowska. Flickr, Creative Commons.

Horas después, el segundo taxi. Su maquinista, enorme en un aparato pequeño, me deseó las buenas tardes y entendí que no le era fácil: al parecer, tiene problemas físicos de lenguaje. Pero eso no le impidió expresarse. Un ambiente amable, sin afectaciones, me animaron a trabar conversación con el conductor.

Del problema limítrofe entre Colombia y Venezuela pasamos a la situación de los taxistas en Bogotá:

- ¿Desde qué hora está camellando?

- Desde las cinco de la mañana. Y voy hasta las once de la noche.

- ¿Este carro es suyo?

- No, no es mío. Y hay que hacerle mientras uno pueda. Sacar lo de uno y lo del producido (la cuota del día que el conductor le tiene que entregar al dueño del vehículo).

- ¿Y es mucho lo que tiene que entregar de producido?

-Más o menos. Con el dueño de este carro, no hay mucho problema. La vaina es que esta ciudad es muy peligrosa. Y uno, a la par de hacer bien las cosas, tiene que cuidarse mucho. Y hay gente que no tiene en cuenta eso. Una  vez trabajé para un tipo que tenía como quince o veinte carros. Sacaba buen billete. Por esos días, me atracaron y casi me dejan mal, ¿sabe? ¡Qué susto tan berraco! Y luego voy a donde el patrón, a contarle. Y el gran mal... me recibe con la mano abierta, diciendo "a ver, mi producido".

- ¿Cómo así?

- Sí, a ese hijueputa le valía huevo mi vida. "A mí me importa un carajo, lo que me importa es mi producido". Yo me emputé. "Ah, gran... ¿Cómo mierdas quiere que le traiga su cochina plata si me hubieran hecho daño o me hubieran matado?". Y le dije cosas bien feas, ¡de verdad pa' Dios! Y él también las suyas, y aparte dice: "usted sigue jodiendo y yo le hablo a mi hijo, que es policía y tiene contactos, para que vaya viendo qué hace". "¡A mí no me amenace, triple gran... , que aquí donde me ve, valgo más yo que su hijo y no llevo uniforme". Y me largué de ahí.

- Qué pedazo de idiota, ese patrón. Parece que todos los patrones tienen su cuento.

- No crea. Una vez trabajé para uno que tenía poquitos carros. Él nos decía a los conductores: "al mediodía pasen por mi casa a almorzar". Y allá a todos nos tenía almuerzo. Y como si fuera poco, nos decía: "una vez al mes escojan el día que quieran y lo que sea el producido de esas jornada tómenlo para ustedes, para lo que necesiten".  ¿Quién hace eso ahora, jefe?

Al llegar a mi destino, y tras efectuar el pago, nos dimos la mano, fuerte, en lo que asumo como un mutuo agradecimiento, y el taxista siguió su rumbo.

Mucho nos quejamos del servicio de taxis en Bogotá. Hay motivos para hacerlo. Pero no se nos ocurre pensar en la cuota de responsabilidad que tenemos nosotros mismos ante el problema. Y mucho menos nos tomamos el tiempo para escuchar las historias de los taxistas, en las cuales encontraríamos mejores elementos de juicio.


miércoles, 12 de agosto de 2015

¡Tengo el poder de la prensa! (Que le aproveche, patrón)

Acerca de los que se creen más que los demás por ser dueños de un medio de información.

Periodismo, por Esther Vargas. Licencia Creative Commons. Imagen en Flickr.

El dolor que tengo por cuenta de la forma como se ejerce el periodismo en Colombia -y en el mundo- volvió a manifestarse tras leer la columna de Jonathan Bock aparecida en la revista Semana: El Patrón de los Periódicos, que habla acerca de la forma terrible como un barón de la prensa regional llamado Hernando Suárez Burgos maneja su emporio periodístico y trata, desde la altura de su supuesta dignidad, a sus subalternos.

¿En qué pensé tras la lectura del artículo? En otros tantos Suárez con los que me he topado durante el ejercicio de mi profesión y que se presentan a sí mismos como prohombres -¿y las promujeres?- llenos de grandes méritos. Son lo que se denomina self-made men, "hombres hechos por sí mismos", sacrificados que surgieron de las condiciones más paupérrimas y que después de toneladas de trabajo duro llegaron a la cumbre, de cuyas ventajas hoy disfrutan ante la admiración y el reconocimiento de ciertas personas. Una de sus frases favoritas: "A mí nadie nunca me ha regalado nada". 

Y a mí estas figuras me parecen altamente sospechosas porque mi experiencia me ha enseñado que, detrás de sus ejemplos, algunos muy católicos -uno de ellos se declara muy, muy, muy del rosario; dice que nunca se acuesta sin rezarlo- hay un historial de vejaciones laborales y personales, de abusos de autoridad, de egolatría construida día tras día, de grotescos episodios de un cuento inventado que ellos mismos se creen. 

Algunos de ellos están construyendo sobre la arena porque sus herederos, que se han dedicado a otros menesteres alejados totalmente del negocio de papá -¿por qué será?-, vendrán como una tormenta cuando ya no estén, repartirán a punta de abogados la herencia, despedirán a la gente que trabaja en la empresa y cada uno para su casa, con lo que le toca en el bolsillo. Y adiós a la hoy orgullosa casa. Eso sí, incluso si los cachorros deciden mantener el emporio, sus bases siguen siendo nefastas.

No sé si debo asombrarme con rabia o acostumbrarme con desdén ante el hecho de que periodistas como aquellos de los que habla Bock en su artículo ganen hoy prácticamente lo mismo que yo ganaba como periodista raso hace ocho años -empecé ganando un poco menos que aquella cantidad; el dueño del medio nos dijo un tiempo después que nos subía un tantito más el sueldo, y ojo, ¡a costa de un enorme sacrificio personal de su parte!- y que, cuando piden una mejora salarial, se les ofrezcan cincuenta mil pesos de miseria y de ingratitud. Migajas del enorme banquete que es el negocio de la información, un banquete del que sólo disfrutan unos pocos, mientras que otros se quedan afuera o, peor, son parte del menú. ¿Un poco más para la depresión? Reportes desde otras tierras, indicando que se pone en marcha la ley mordaza. Algo así como estar entre la espada y la pared. Por cierto que los dueños de los medios ya tienen su propia ley mordaza cuando a su manera aplican la censura entre sus empleadas y sus empleados, disfrazándola de libertad -la frase idiota "si no les gustan mis reglas, son libres de cruzar la puerta de salida", redondeada con esa canallada de "total, sobre mi escritorio hay muchísimas hojas de vida haciendo cola. Yo no pierdo nada"-. 

Aumenta la indignación el hecho de que gente como Suárez -según el editorial que escribió y al que hace referencia Bock- se atreva a invocar a la sociedad, el ponerse a su servicio, para justificar su posición. No nos crean bobos: A esa especie de patrones a la que él pertenece le importa un comino la gente, "el bien de la comunidad" que justifica cualquier sacrificio por parte del periodista. Lo que le importa a estas personas es su negocio,  lucrarse, a costa del sudor de otros, de los sacrificios de otros, de las vidas de otros. Y es importante que la gente se dé cuenta de que cuando su nombre es mentado por gente como Suárez, es como cuando el lobo canta canciones melodiosas llamando a las ovejas. Cena segura.

¿Para qué maldecir a los patrones de la prensa? Ellos mismos se construyen su propio destino. No se olviden: se irán y, aparte de que no se llevarán ni un sólo peso al otro lado, no dejarán nada más que pleitos entre sus hijos y entre sus abogados. Al menos, esa es la tendencia. Y su legado será paja que se llevará el viento. 

lunes, 27 de julio de 2015

Sobre el enredo de contar a Santa Laura en la televisión

La batalla entre las herederas de la santa colombiana y el Canal Caracol tiene solamente una víctima.

Santa Laura Montoya
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6a/Beata_Madre_Laura.JPG


Cuando anunciaron que el Canal Caracol haría una versión de la vida de la madre Laura Montoya, canonizada por el Vaticano en 2013, lo primero que pensé fue: "bueno, ya encontraron otro filón diferente a los narcos y a los ídolos musicales populares". Tras ver El abrazo de la serpiente, pensé que podría existir un re-planteamiento de lo que ha sido durante los últimos años narrar historias colombianas en la televisión. No se puede negar que nuestros medios tienen que contar las realidades nacionales, por más dolorosas o polémicas que sean. Pero de ahí a pensar que Pablo Escobar y Diomedes díaz son la única alternativa, sobre todo porque se cree que "eso es lo que quiere la gente", que "en Colombia no hay más para narrar que eso" o que "las historias que no tengan sangre o parranda no venden", hay mucha diferencia y nos vamos por otro camino.

Como yo mismo, ahora, me estoy yendo. Vuelvo. En días pasados leí en la prensa que hay polémica acerca de la serie sobre la madre Laura que ha anunciado Caracol. La congregación Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, comunidad fundada por la santa paisa, ha declarado que la producción del canal no es fiel en su totalidad a la hora de contar la vida de su instauradora: "la comunidad argumenta que en la publicidad (de la serie) se observan 'relaciones de carácter amoroso que nunca existieron, así como diálogos de mal gusto entre hombres criticando su aspecto físico (el de la madre Laura) y los dotes de futura esposa, entre otras situaciones que no fueron reales'. Para la congregación, 'lo anterior da lugar a que los televidentes seguidores de la serie en mención consideren como ciertos y reales los hechos que allí se describen'". 

Agrega la información que "según la hermana Ayda Orobio Granja, de la comunidad, 'a pesar del acercamiento realizado por la Congregación [sic] con Caracol Televisión S. A., para que le permitiera conocer el guion [sic] de la serie, a fin de evitar escenas de ficción que llevaran a los televidentes a tomar como ciertos hechos, expresiones y manifestaciones que no se presentaron, la programadora no aceptó el diálogo impidiendo el conocimiento del guion  [sic]'. Y argumenta que 'la congregación no ha autorizado a Caracol el uso de la expresión Laura o el nombre madre Laura o madre Laura Montoya'". Ante la situación, Caracol ha preferido no pronunciarse, debido a que existe un proceso judicial en curso relacionado con el caso.

Recapitulando, las escenas empleadas a manera de publicidad con las que no está de acuerdo la congregación se refieren a:

a) Relaciones de carácter amoroso que nunca existieron en la vida de santa Laura.

b) Diálogos de mal gusto entre hombres criticando su aspecto físico y sus dotes de futura esposa -se asume que se habla de los dotes de la madre en caso de haberse casado, y no con Jesús de Nazaret, figura que suele emplearse cuando se habla de la consagración femenina en la Iglesia Católica-. 

Lo primero que pensé cuando me enteré de este conflicto fue que se debía a algún desacuerdo o una mala decisión narrativa en relación con la obra social de la madre Laura, con sus luchas y en general con sus actividades como educadora y como misionera. No me imaginé en ese momento que el asunto, en realidad, gira en torno a situaciones sentimentales y a críticas al físico y a las cualidades maritales de la santa. 

Si al final ella decidió ser religiosa, y lo fue, ¿importa algo preocuparse por el mundo paralelo en donde ella se casó y tuvo hijos y, en general, por las relaciones de pareja que pudo tener? Está bien: una cosa es el final del siglo XIX y otra muy diferente el comienzo del siglo XXI. No se pueden contar los encuentros amorosos entre las personas de hace décadas con los criterios que actualmente predominan. Hubo entonces dinámicas diferentes, códigos sociales específicos que hoy ya no aplican. Sin haber visto la publicidad ni la serie, me atrevo a pensar que es posible que el Canal Caracol haya ignorado la diferencia planteada. Pero me parece, por tendencia que he percibido en la iglesia-institución, que la comunidad de la madre Laura se muestra preocupada por lo romántico, por el afecto amoroso entre seres humanos -una situación a todas luces natural en nuestra especie- que parece vedado a la santidad, en especial a la santidad de los consagrados. En especial, vedado a los consagrados canonizados. Y vedado a la santidad de Laura Montoya, una mujer. Los santos deben ser tan de palo o de yeso como sus imágenes y más aún si son santas. De acuerdo: el canal pudo emplear arbitrariamente la faceta amorosa para darle "fuerza" a la narración. Pero, ¿y si la hubiera usado para generar empatía entre la madre y los televidentes -obviamente, si la hubiera usado bien-? ¿No se supone que la idea es generar lazos realistas entre los santos y la gente mostrando esos elementos comunes que permiten identificaciones, las cuales hacen que comprendamos mejor la propuesta de quien ha seguido un buen modelo de vida?

Valga la oportunidad para pensar qué tan lejos está -o qué tanto hemos alejado- lo amoroso, lo romántico, lo erótico y lo sexual de la santidad, especialmente de la santidad femenina. 

Por otra parte, me sorprende que la comunidad manifieste inquietud respecto a las opiniones frente al físico de la madre Laura. ¿No se supone que lo más importante en su vida es, repito, su obra, su aporte como mujer, como religiosa, como educadora? ¿A qué viene ahora hacerse líos por cómo se vio físicamente? ¿Quién de nosotros nunca ha recibido una crítica por cuenta de nuestra cara, nuestro cuerpo, nuestra forma de vestir o de movernos? ¿No la recibió alguna vez la madre Laura? ¿Le habrán importado a ella esos comentarios? ¿Es pecado siquiera insinuar estas preguntas? Aquí aparece un punto de vista en el que, de alguna forma, están de acuerdo la comunidad y el canal: la belleza física -en canones occidentales- es importante en la santidad. No por nada el papel de la madre Laura en su madurez lo interpreta Linda Lucía Callejas, actriz, modelo y ex-reina de belleza. ¿Será el concepto de lo físico tan importante cuando pensamos en la santidad, y ojo, en la santidad de una mujer? ¿Estarían tan preocupados los franciscanos por el físico del actor que interprete al Pobrecillo de Asís cada vez que se haga una película acerca de su vida?

Las actrices Linda Lucía Callejas (izquierda) y Julieth Restrepo,
que interpretan a la madre Laura en la serie del Canal Caracol.
http://www.elcolombiano.com

Aún más: me preocupa muchísimo que la comunidad manifieste que no le dio permiso al canal para hablar de la madre Laura en términos que utilizaría cualquier multinacional que maneja contenidos con copyright y que tiene a su disposición una legión de abogados pagados para defenderlos, cueste lo que cueste. Desde luego que el canal, por lógica, debió contar desde el principio con las Misioneras para elaborar el relato. Es natural que las hermanas manifiesten su descontento con el hecho de que el medio las ignorara. Pero ¿hacerlo argumentando que "la congregación no ha autorizado a Caracol el uso de la expresión Laura o el nombre madre Laura o madre Laura Montoya"? Eso suena a que habrá demandas a cualquier pareja que decida en estos días bautizar a su bebita con el nombre Laura o a cualquiera cuya mamá se llame Laura y le diga "madre Laura, la quiero mucho". ¿Exageración? Happy birthday to you, la canción que se canta miles de veces al día en todo el mundo cuando alguien cumple años, tiene derechos de copia registrados en 1935 y no se extinguirán hasta 2030 en Estados Unidos, lugar donde nació. Cuidado, entonces, como lo que usted canta en la próxima fiesta. ¿La santidad también tiene copyright? La madre Laura, ¿es la fundadora de la congregación, o es propiedad de la congregación? 

Ahora, supongamos que el canal hubiera pensado: "contar con la congregación para que nos colabore con el guión implica que tendremos que presentar la historia según ellas la entienden, de una forma que no siempre corresponderá con la realidad porque su objetivo será sublimar a su fundadora y no manifestar rasgos de humanidad que pueden entenderse como pecaminosos". ¿Será esta suposición tan descabellada?

Si bien aplaudo que haya pensado en otras opciones narrativas, es bien claro que el objetivo del Canal Caracol no es, ni mucho menos, evangelizar o crear una imagen justa de cualquier figura que pueda dar pie a una producción televisiva para el beneficio de la teleaudiencia. El objetivo del canal es claro: vender. Insisto en que también le faltó tacto para abordar la imagen de la santa, esto es, sensatez para involucrar en el proceso de forma adecuada a quienes hoy son las herederas del legado de la madre Laura. Pero creo que estas, a su vez, se están preocupando por detalles que no son esenciales a lo que representa verdaderamente la vida y los hechos de la religiosa antioqueña y acuden a argumentos que ignoran condiciones elementales de la humanidad que aplican para cualquier individuo de la especie Homo sapiens sapiens -entre ellos, santa Laura- y que no se esperan de cristianos consagrados sino de cualquier profeta del neoliberalismo. 

En medio de esta batalla, el único que pierde es el televidente, quien merece que buenos ejemplos sean narrados con honestidad y con sensatez. 

martes, 21 de julio de 2015

El tesoro de los Cuenta Cuentos

Buenos recuerdos hechos de cartón y de casete. Un punto de vista totalmente personal.

Ilustración de Paul Bonner para El Martillo de Tor, de los Cuenta Cuentos

Hasta donde yo sé, el ser humano es el único animal que conserva cosas a las que llama "tesoros". Hay objetos que van más allá del uso o del consumo, de la inmediatez y del afán de satisfacer caprichos fugaces. Hay objetos que forman, que educan, que construyen imaginarios, mundos personales e incluso personalidades. Hay objetos que se conservan porque son el puente con los buenos momentos del pasado, que permiten evocarlo sanamente sin llegar a añoranzas inútiles. Así entiendo yo lo que son los tesoros.


Ilustración de Francis Phillipps
para Pinocho
En la década de 1980, Salvat Editores era sin duda una de las mejores y más reconocidas casas productoras de libros en España y en América Latina. Si un padre o una madre de familia quería y podía dar textos a sus hijos en aquella época, seguramente adquiría títulos de Salvat. Enciclopedias: esas eran la especialidad de aquella empresa originaria de Barcelona. Pero también tuvo una joya entre las manos, y esa era Cuenta Cuentos, "una colección de cuentos para mirar, leer y escuchar", como se promocionaba entonces.

¿Cuántos hispanoparlantes aprendieron a leer, a escribir y a disfrutar de la voz humana al amparo de los Cuenta Cuentos? Quién sabe. El caso es que aquellos maletines azules -un juego de cuatro: dos para los veintiséis libros y otros dos para sus correspondientes casetes- son referencias históricas: se trataba de un enorme esfuerzo editorial, hecho a conciencia, para reunir obras de literatura infantil de calidad, seleccionadas entre lo antiguo y lo moderno, entre lo sentimental y lo humorístico, entre lo tradicional y lo audaz, entre los cuentos de hadas y los disparates más divertidos. A decir verdad, algunos de esos textos tienen elementos un tanto cursis, e incluso presentan historias que merecen una revisión -como el caso de la cigarra y la hormiga-. Pero opino que eso no le quita mérito a la iniciativa. 

Los libros eran una joya del diseño. Todas las páginas estaban ilustradas por cuenta de excelentes artistas, que sabían dar a cada historia una personalidad realmente única. Uno podía quedarse largo rato buscando detalles en los trazos, haciéndose preguntas acerca de los colores, relacionando cada viñeta con la vida cotidiana. 
Los casetes traían las narraciones que aparecían en los libros. Las letras impresas se hacían sonidos gracias a tremendas voces que luego reencontré en otras producciones: Carlos Meneghini -este año supe de su fallecimiento; todavía era joven. Parece que fue muy famoso en España por cuenta de un programa de televisión infantil-, Eliana Vidal, Héctor Bufa, Carlos Lamas, Marta Martorell, Rafael Turia, Raúl Pazos... Todos ellos son mis héroes. Todos ellos son responsables, en cierta forma, de que haya hecho de la Comunicación mi vocación, tanto personal como profesional. 

Varias de estas leyendas de la voz son, o eran, de origen latinoamericano. Intuyo que, quizás por esta razón, se hicieron dos versiones diferentes de la obra: una para España y otra para América Latina. Sabia decisión: en mi opinión, los registros grabados para el público peninsular carecen de cierta magia, de cierta chispa que tienen los destinados a los que nacimos y crecimos a este lado del Atlántico. Otro detalle importante es que un buen número de aquel puñado de actrices y actores provenían de países que, entre los años setenta y ochenta, vivían las penurias de las dictaduras. 

Mención especial merece Rosa León, la cantante española que interpretó para los Cuenta Cuentos varias melodías de María Elena Walsh. Una voz hermosísima que asocié con tonadas infantiles durante mucho tiempo. Pero resulta que hace algunos años supe que Rosa es una intérprete de la talla de Víctor Manuel, Joaquín Sabina y Ana Belén. Obviamente, prefiero una León a una Belén. 


A. Aloof aportó esta ilustración
para El Erizo Volador.
Es una lástima que los ires y venires de la economía, así como el apretón de las tecnologías de comienzos del siglo XXI, le borraron de un plumazo a Salvat su orgullo: Encarta la noqueó. Pero ésta no cantó victoria mucho tiempo: fue, a su vez, eliminada por Wikipedia. Ahora, la editorial barcelonesa le pertenece a unos franceses y distribuye algún que otro material indigno de su historia. Como cositas de Disney, por ejemplo. ¿Quiere ver qué hace ahora Salvat?

Hoy, después de 28 años, el paso del tiempo en mi colección de Cuenta Cuentos se nota muchísimo. Los libros están en buen estado, pero se notan los efectos de tantos ires y venires. Los casetes están desgastados de tanto ponerlos en el equipo de sonido, una y otra vez. Y como suele suceder con los tesoros, no tengo completos ni los libros ni los casetes. Por lo tanto, agradeceré a cualquier amable lector o lectora que conserve sus Cuenta Cuentos 
-versión latinoamericana- para que me ayude a completar todo este caudal de imaginación al que debo mucho de lo que soy actualmente.

Lo material se deteriora. Las leyes del mercado dirán que la cultura para niños y adultos vale un comino porque no es rentable. Pero los mensajes y las ideas, las grandes historias, permanecen. Eso es lo bueno de los tesoros. De los verdaderos tesoros.

lunes, 6 de julio de 2015

El papa viaja. ¿Para qué?

Acerca de la gira latinoamericana de Francisco en este mes de julio.

gerardo-perez.blogspot.com
Escribo este texto mientras que el papa de la iglesia católica según el rito romano, Francisco, se encuentra en Ecuador. Se trata de su primera visita oficial a Suramérica, que incluirá también a Bolivia y a Paraguay. 

Supongo que no hay país donde haya un buen número de católicos en donde estos no pidan que el papa vaya a su tierra. Y ya es imposible pensar en un papa que no pueda o no quiera tomar un avión y volar hacia donde las dinámicas de su trabajo lo soliciten. De su trabajo, o de su misión. Mejor diferenciar. Porque no todos los papas de la historia han laborado por el encargo que, se supone, les ha dejado "el Jefe": el anuncio del Evangelio. No pocos pontífices se esforzaron desde su puesto, y a partir de él, en desarrollar sus proyectos personales, dejando las cosas de las que habló Jesús -y por las que lo dio todo, hasta la vida- en franco tercer, cuarto o último lugar. Sí: aquellos se desvivieron por realizar campañas militares, actividades comerciales, vinculaciones de sus familiares por vías matrimoniales a linajes de gobernantes, etc. Si viajaban, era para llevar a cabo esas iniciativas. Hoy, si un papa viaja, otra cosa se espera de él.

Un hecho importantísimo en los viajes del papa Pablo VI:
su encuentro con el patriarca católico ortodoxo Antenágoras -a la izquierda-.
ordendesanclemente.es
La tendencia que preparó Juan XXIII, que comenzó a practicar Pablo VI , que Juan Pablo II desarrolló de manera tremenda y que sus sucesores han continuado según sus circunstancias y posibilidades, parece ser una muestra más de la apertura de la iglesia-institución al mundo, el fin de una propensión casi bimilenaria al aislarse, al encerrarse tras los muros de la autosuficiencia y de la autorreferencia. Creo que estos viajes son un avance, pero no me parece que sean suficientes para el cambio que la iglesia necesita. En especial, porque la pregunta obligada es: ¿qué le aportan los periplos papales a los creyentes para que estos se atrevan, se arriesguen a vivir el mensaje del Evangelio en serio?

A mí me parece que un viaje papal corre el riesgo de parecerse mucho a la fenomenal historia del cubano Virulo acerca de la visita de los presidentes africanos a la Cuba revolucionaria (véanla a partir del minuto ocho del vínculo). ¿Sabemos de verdad quien viene a nuestras tierras y lo que representa su presencia? ¿Estamos tan seguros de saberlo? Y sobre todo, en el caso de este padre Bergoglio, de este Francisco que ha dicho cosas fuertes, que ha sacado a relucir la novedad del Evangelio, la cual se ha querido avejentar por diversos intereses. No pocos piensan que ir a verle, a recibirle cuando llega a la patria, es como ir a ver a una estrella de rock, a una reina de belleza o a la selección nacional de fútbol tras una destacada participación en algún evento de interés. Entonces, ¿que se quede el papa bien recluidito en su residencia de Santa Marta? ¡Desde luego que no! Ni tanto que queme al santo, ni tan poquito que no lo alumbre, dice el refrán.

Aclaro: una cosa es el cariño que podemos y debemos demostrar al que viene de lejos y otra, muy distinta, es acudir como borreguitos a saludarle y creer que con eso ya somos muy buenos cristianos. ¡Cuántos emperadores y emperatrices del pasado se hacían recibir por el pueblo con fastuosos protocolos, para dar muestras de su poder! ¡Ay de quien se negara a asistir a la recepción! ¡Y cuántos papas no hicieron lo mismo! Alguna historia del otro Francisco, el de Asís, da cuenta precisamente de estas actitudes. 

La gente que esperó a Francisco en Guayaquil, Ecuador.
Fotografía de Reuters, tomada de www.clarin.com
Por estas razones yo no estoy de acuerdo con las manifestaciones públicas del papado, con los baños de popularidad que la figura se da -o que le dan- a costa de la feligresía de a pie.  Porque junto a él, católicas y católicos se exponen al peligro de hincharse de orgullo, de hacer falsos e inoportunos alardes, de esforzarse en cosas que no valen la pena. ¿Cuántos de quienes en las últimas horas en Ecuador han seguido el recorrido de su comitiva y que han gritado su nombre hasta desgañitarse habrán leído ya su más reciente carta encíclica y han puesto alguna de sus ideas en práctica?

Por otra parte, y ya que estamos, que me perdonen mis amigas y amigos que están haciendo una y mil cosas para costearse su viaje a Cracovia y estar presentes en la próxima Jornada Mundial de la Juventud -en la cual, por supuesto, se espera al papa-: ¿valdrá la pena realmente hacer ese esfuerzo para ese fin? Y lo que se invierte en el viaje, ¿no sería mejor invertirlo en solucionar problemas en esta, nuestra tierra, problemas de nuestra gente? ¿No se cae en la trampa de hacer "turismo espiritual", como podría también caer el papa?

Y este Francisco, creo yo, tiene formas claras para evitar caer dicha trampa: hablar claro, fuerte, duro, de acuerdo con ese estilo que a tantos ha chocado, como al muy católico hermanito Bush. No ceder a los intereses de los gobernantes anfitriones,  que esperan hacer de su periplo una oportunidad politiquera. No convertir su visita en un festival de la autocomplacencia católica. Meter el dedo en la llaga, como hizo el de Nazaret. Si lo hace así, y si nosotros, que decimos ser del Pueblo de Dios, sabemos leer adecuadamente los signos de sus pasos y la urgencia de sus palabras, si nos atrevemos a asumir nuestra fe "a lo bien", el que Bergoglio haya tomado un avión y salido de los muros del Vaticano para venir en estos días a América Latina habrá valido la pena. 

miércoles, 1 de julio de 2015

Desastres a gran escala y micro-desastres

Nos rasgamos las vestiduras ante la destrucción de la Naturaleza en en enormes proporciones y condenamos a los criminales. Y al tiempo, preferimos ignorar los pequeños daños que hacemos todos los días.


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Mucho me temo que las recientes calamidades ambientales causadas por la subversión en Colombia durante las últimas semanas pasarán a ser parte del "periódico de ayer" al que cantara Héctor Lavoe. Serán noticias que dejarán de recibir atención mediática y las olvidaremos, a menos que de verdad nos duela. 

La revista Semana dice que ni siquiera los activistas ambientales -aquellas personas que supuestamente dedican grandes esfuerzos para proteger y para denunciar- le dieron al desastre de Tumaco, ni le dan a otros hechos similares, la importancia que merece. Más dolor para echarle al caldo.

Y las preguntas aparecen: ¿Cómo puede acercarse uno a personas como las que cometieron el derrame en Nariño, o en el Putumayo, para preguntarles "por qué"? ¿De dónde surgió su ceguera? ¿No hubo nada dentro de ellos que les dijera: "esto es incorrecto, esto hace daño"? ¿Cómo no se les ocurrió pensar que un montón de seres vivos pagarían las consecuencias de su error? ¿Cómo verlos a la cara? ¿Cómo saber hasta qué punto son víctimas -pues no nacieron haciendo atentados- y desde dónde comienza su responsabilidad? ¿Cómo percibir los matices en estos casos? Son preguntas totalmente perturbadoras.

Pero cuidado: esos mismos interrogantes apuntan hacia nosotros, los que vivimos muy cómodos en las urbes. Y tranquilos, porque cada semana pasa un camión de la basura a recoger nuestros molestos desechos. Apuntan hacia nosotros, los que fríamente dejamos caer la servilleta sucia si vamos por la calle, o arrojamos la botella plástica por la ventana del automóvil si viajamos por carretera; los que nos deshacemos en bravatas y amenazamos con lo que tengamos delante a la persona que, con un mínimo de sentido común y respeto por el entorno, nos llama la atención. Así son las cosas en el país del "usted no sabe quién soy yo". Y ante estas actitudes, uno se pregunta si vale la pena arriesgar la integridad propia o la de los seres queridos por un pedazo de material procesado o si, al callar y pasar al otro andén, no se cae en la actitud del cómplice. Y los que vienen detrás de nosotros, para colmo, tendrán que responder por nuestra estupidez; ya que nadie les dijo que las cosas deben ser de otra manera, y para colmo, también ellos pondrán su cuota de irresponsabilidad. 

Durante el fin de semana pasado, en un viaje hacia Bogotá desde algún municipio de la Sabana, el bus que nos transportaba fue abordado por una familia entera: digamos, ocho adultos con cuatro o cinco niños -uno de ellos, de brazos-. Por lo menos cuatro de aquellas personas iban totalmente ebrias e hicieron el espectáculo dentro del atestado vehículo: gritos, canciones desentonadas, madrazos, todo acompañado por las risitas de aprobación del resto del clan. Las intoxicadas gritaban y los intoxicados se echaban flores a sí mismos. El mayor de los niños, en contraste, iba con el rostro de la vergüenza. Cierto pasajero murmuró entre dientes, en alusión directa a él: "pobre pelao". Uno de los achispados trasbocó en una bolsa; alguno de sus familiares señaló después que en ella estaban los documentos personales de cierto integrante de la camarilla. Lo dijo sin mucho asco; más bien, como quien anuncia la última gracia del cachorrito de la casa.

El bus fue desocupándose paulatinamente a medida que nos aproximábamos a la capital. Y poco antes de apearse, los borrachos redondearon la faena: orinaron el bus. Sus fluidos corrieron hacia la puerta del vehículo. El ayudante del conductor tuvo que ponerse, como dicen las mamás, "en cuatro patas" a secar el reguero con un trapo sucio y viejo, mientras que el chofer, aislado en su cabina, esparcía a su alrededor el contenido de un ambientador en aerosol para espantar el olor. ¿Lavar el bus? Ni de vainas. Era necesario iniciar la ruta nuevamente y no había tiempo para eso.

Broche de oro: uno de los beodos declaró,entre grandes carcajadas,que venían de Bojacá, municipio cundinamarqués reconocido por su tradición religiosa. Como prueba, la abuela de la familia, sobria entre su gente pero no por ello menos responsable del asunto, apretaba contra su cuerpo enorme de campesina varias cruces elaboradas artesanalmente. ¿Quién podría decirle a esta familia acerca de la encíclica verde del papa Francisco? ¿Les interesará leerla? ¿Tendrá algo que ver su caso con lo que expone Bergoglio en su texto?

Es por casos como este, y como tantos otros, que digo que lo más prudente es no ver tan rápido la viga en el ojo de los que cometen desastres ambientales a gran escala. ¿Cómo está la mega-columna en nuestros ojos, los que causamos micro-desastres que poco a poco se acumulan y perjudican a la larga a toda la sociedad y al planeta? ¿Qué hacemos al respecto? 

lunes, 22 de junio de 2015

Liberar la comunicación, liberar las tecnologías

El I Encuentro Internacional de Radios Comunitarias y Software libre lanza una propuesta atrevida y necesaria.

Participantes del I Encuentro Internacional de Radios Comunitarias y Software Libre. www.liberaturadio.org
Uno de los discursos del mundo actual es la sacralización de los cambios, específicamente los tecnológicos. Si las personas no los asumen, si no se adaptan, si no aprenden a manejar los avances, están condenados a quedar rezagados en la Historia; por lo tanto, hay que tenerlos, hay que consumirlos para "ser". No sería extraño que se diga: "manejo tecnologías, luego existo". Pero, ¿por qué? ¿Quién determina eso? ¿Con qué sentido? Y especialmente, ¿a beneficio de quién?

Naturalmente, no estoy diciendo que haya maldad en los dispositivos técnicos de la actualidad en sí mismos. Es como todo: depende del uso que se haga de ellos. Pero es necesario abrir espacios de discusión acerca de la dirección que se les dé y de las implicaciones que esto tiene.

Como una buena noticia cuento a mis lectoras y lectores que se llevó a cabo entre el 11 y el 13 de junio pasados el I Encuentro Internacional de Radios Comunitarias y Software Libre en Cochabamba. En esta ciudad boliviana se citaron comunicadoras y comunicadores de América Latina para tratar el tema de las tecnologías libres en pos de la divulgación de su existencia y la promoción de su uso, especialmente en aquellos medios de carácter comunitario. Se entiende por tecnología libre aquella que no requiere de permiso, autorización o licencia para su uso. 

El Encuentro resaltó la urgencia de considerar que entre las estrategias de dominación de unos pocos países del mundo sobre los demás se encuentra, precisamente, la imposición de sus tecnologías de información. Dichos países no solamente determinan los contenidos que deben tratarse; también determinar los costos y los alcances de los programas informáticos, de los aparatos y de los demás artilugios que se requieren para difundir dichos contenidos. De ahí la importancia de volver la mirada a la influencia de la gestión de las tecnologías en la privatización del derecho a la comunicación.

Momento en un taller del Encuentro. www.liberaturadio.org
Durante la lectura del Manifiesto. www.liberaturadio.org
Además del intercambio de experiencias, de saberes, de esfuerzos y de esperanzas, el Encuentro dejó un documento importante: el Manifiesto de las Radios Liberadas, en el que sus participantes dejaron claro, entre otros puntos, que en su calidad de seres edu-comunicadores demandan a los gobiernos nacionales "el acceso a las frecuencias de radio y televisión"; para ello, es necesario que se hagan evidentes el carácter público del espectro electromagnético y la condición fundamental del derecho a la comunicación. Reiteran su lucha "por democratizar la tecnología y el fortalecimiento de los bienes comunes y la transferencia efectiva de conocimientos, conscientes de los riesgos de no tener control sobre la tecnología que usamos en nuestra actividad comunicativa". 

Así mismo, a manera de invitación a todos los medios comunitarios de Abya Yala -nombre kuna para el continente americano- y del Caribe, el manifiesto propone varios puntos. Entre ellos, iniciar procesos educativos encaminados a la implementación consciente de las tecnologías libres como "herramientas tecnológicas que pueden ayudar a nuestras luchas en defensa de los derechos democráticos (...): la igualdad, la autonomía, la construcción de ciudadanía y la diversidad". Se requieren políticas públicas alentadas desde dichos medios para que la ciudadanía se empodere efectivamente de los medios y para nuevas iniciativas de colonización informática, como internet.org

Y hay más: esas políticas públicas deben también llevar a cabo adecuadamente "procesos de migración de la infraestructura de la administración pública al software libre. Un país democrático debe defender el uso de tecnologías construidas colectiva y colaborativamente, sin imposiciones, ni monopolios, ni restricciones; que promuevan el desarrollo local y la creatividad y persigan el bien común y no únicamente el lucro empresarial. Un gobierno del pueblo debe usar un software construido por ese mismo pueblo". Obviamente que a gente como Zuckerberg, Gates y Slim no les caerá en gracia estas iniciativas. 

Las buenas noticias que llegan desde Bolivia, cuna de la radio comunitaria, deben ser difundidas para que aceptemos el reto de pensar el papel de la comunicación y de las tecnologías en nuestras vidas.

Como se puede apreciar, hay mucha tela para cortar respecto al tema; no me propongo más que lanzar esta piedra de provocación para que quien quiera se aventure a indagar más. Sugiero entonces leer el manifiesto del Encuentro y visitar la página de Radios Libres, una de las entidades que promueven estas iniciativas. En ella encontrarán gran cantidad de material interesante. Y aquí, opciones para descolonizar la tecnología.

lunes, 15 de junio de 2015

Los Padrinos de Tokio, o una hermosa sinfonía hecha de coincidencias

¿Sigue este blog en Japón? Así es, y por una excelente razón.

Afiche de la película Los Padrinos de Tokio
La televisión por cable, alguna vez tan variada y tan interesante, poco a poco se vuelve aburrida, monótona. Si usted quiere ver canales con menos contenidos frívolos o repetitivos, más formativos, pues pague más dinero: tan sencillo como eso. No obstante, tampoco la cosa es tan en blanco y negro. Puede ocurrir un milagro. En alguno de esos canales en los que suele presentarse películas o series muy regulares, pueden presentar alguna joya, algún buen plato audiovisual para el cerebro y para el espíritu. 

Pude ser testigo de esto la semana pasada, cuando en pleno zapping o "canaleo", como decimos en Colombia, preso del tedio, una noche me encontré con Tōkyō Goddofāzāzu, Tokyo Godfathers o Los Padrinos de Tokio, una hermosísima película de anime escrita y dirigida por el japonés Satoshi Kon; se trata de un filme producido hace ya unos cuantos años, en 2003. 

Lo que puede parecer la trillada historia del milagro en Navidad ha sido relatada por Kon y su gente de una manera absolutamente original, rebosante de humanidad, de humor y de acción. Tres mendigos, en un frío diciembre de la capital japonesa, encuentran una bebita recién nacida abandonada entre un montón de desechos. Lo que para ellos al principio es tan sólo una casualidad, se convierte en un viaje épico cuya finalidad es devolver la niña a sus padres.

Un trío conformado por habitantes de la calle: el alcoholizado Gin, la fugitiva adolescente Miyuki y el transexual Hana se encuentran y se desencuentran, de muy variadas maneras, por cuenta de la misión que asumen. Se hacen un propósito, no obstante sus diferentes puntos de vista, sencillamente porque sí, porque no es correcto que una bebita esté perdida en la gran urbe sin tener quien la cuide como necesita, que esté lejos de quienes la aman y la esperan. Cada uno de los integrantes de esta extraña familia tiene su historia con sus propios personajes, que van apareciendo de
manera muy atractiva a lo largo de la cinta, con motivos específicos. Sobre todo, para alimentar una de las características más llamativas de Los padrinos, esta es, el poder creer que las coincidencias importan y que se pueden narrar sin caer en lamentables tonterías.

Porque ocurre que la película es una sucesión poética, sinfónica, de hechos increíbles que no son lógicos pero que, en la dinámica de la historia - y, hasta cierto punto, por cuenta del lugar de los hechos-, no parecen descabellados. Solamente así pueden encontrarse en la misma historia miembros de la yakusa, la Cruz Roja, drag queens, adolescentes que causan daño por deporte, un cementerio japonés de acceso público repleto de ofrendas a los antepasados y a los seres queridos ausentes, loterías con números ganadores improbables, sicarios latinoamericanos de buen corazón y bien acompañados, un discurso aparentemente cristiano pero edulcorado y estéril, parejas que pasan de la felicidad al fracaso en un abrir y cerrar de ojos, vecinas bien informadas de los infortunios del prójimo, hombres que pueden recibir en toda regla el título de madres, usuarios de trenes urbanos asqueados, borrachos de corbata que se pierden en el anonimato cuando lo insólito aparece...

Si bien es obvio decir que no es lo mismo vivir en las calles de Tokio que hacerlo en las calles de Cartagena, de Kolkata o de Puerto Moresby, gracias a la película uno logra encontrarse con la realidad de estas personas sin que se caiga en el discurso facilista de "ellos, los pobrecitos". Los padrinos es una especie de reivindicación de los marginados que no los eleva a los pedestales, inaccesibles por irreales, pero que sí ofrece una interesante alternativa: mostrar, a partir de ellos, el ser capaz de dar la vida por lo correcto movidos por un impulso extraño a la razón, sin poseer nada... Aparte de ese sentido del deber. Es un canto al actuar con heroicidad sin tener pinta de héroe ni súper-poderes, propios o comprados, porque el heroísmo en realidad es atreverse a hacer las cosas bien porque es necesario.

Hay que decir también que el doblaje al español "latino" le ofrece al filme un brillo extra, especialmente por el trabajo del actor Gerardo Reyero, encargado de la voz de Hana, el transexual, ya que se trata de un personaje que se mueve entre las exageraciones más patéticas y divertidas y la sensibilidad más delicada y dulce. Reyero logra aumentar con su voz estas características, haciendo de la estrafalaria heroína una figura inolvidable.

Recomiendo entonces a mis lectoras y lectores ver Los padrinos de Tokio, o volverla a ver, si ya lo hicieron. Afortunadamente, se puede encontrar en Internet. Y les sugiero después "echarle un ojito" a un pequeño documental sobre cómo se hizo la película. Está en japonés, pero una vez vista la cinta, se puede disfrutar:




Las puntas

Hablando de cine animado: cada quien puede gustar o no gustar de la nueva película de Dago García, Reguechicken. Lo que sí es cierto es que a esta hora los abogados de Disney deben, o deberían, estar detrás del señor García: es obvio que el pollo colombiano es igualito al pollo estadounidense. Sólo que más alto, me parece. A menos que...

El 14 de junio es el día mundial de la donación de sangre. Ustedes, que pueden hacerlo -yo no, lamentablemente. Larga historia-, háganlo. En serio. Créanme que esto sí que es justo y necesario. Y si quieren, conviértanse en donantes de órganos. Este audio, producido por las compañeras y los compañeros de Radialistas, sirve de inspiración.

lunes, 8 de junio de 2015

¡Haga su haikú!

Un intento poético en medio de la sorpresa y de la polémica.

Ariana Miyamoto. Fotografía tomada de arteymedio.com.do

Japón, la Tierra del Sol Naciente, país donde las tradiciones y las novedades se han acoplado de manera asombrosa, donde su gente ha dado ejemplo de cómo salir adelante tras catástrofes tremendas, hoy da de qué hablar al mundo por cuenta de un concurso de belleza.

Para participar en el certamen Miss Universo, ha sido elegida como representante de niponas y nipones Ariana Miyamoto, de 21 años. Su designación ha generado sorpresa y polémica en Japón porque Ariana "no parece" japonesa, aunque de hecho lo sea. Sucede que Miyamoto es hija de una japonesa y de un estadounidense afrodescendiente, y los rasgos que heredó de este son mucho más notables en ella. Físicamente, Ariana se parece más, digamos, a Candice Patton que a Yoko Ono. 

Este detalle ha hecho que cierto sector de la opinión pública nipona se pregunte cómo es posible que una persona como Miyamoto pueda entenderse como modelo de lo que es ser japonés. Caramba, si se supone que nuestras chicas son bajitas, de ojitos rasgados y de piel amarilla, afirman esas personas -y uno se pregunta entonces por qué no las dibujan así en los manga-. Se ha planteado entonces una discusión en torno a ese tema. Un tema común a todas las sociedades humanas que se practica diariamente pero que suele ser ignorado o minimizado: la discriminación. ¿Discriminación en Japón? Pues parece que sí. La verdad, lo extraño sería que no la hubiera también allí.

Miyamoto ha declarado que su objetivo al participar en el certamen es llamar la atención acerca de la segregación que tienen que enfrentar en Japón los hafu o mestizos -la expresión viene de la palabra inglesa half, mitad-; de hecho, ella lo hace a partir de su propia experiencia. Es una variación interesante frente a los estereotipos relacionados con los reinados de belleza y sus motivaciones. Y de paso, un  implacable  generador de preguntas a todas las naciones y comunidades: ¿qué tan abiertos somos frente a la diferencia? ¿Todavía le damos a nuestras identidades connotaciones de pureza? ¿Qué pueblo de la tierra no ha tenido una actitud segregacionista frente a otros? En plan de barajar posibilidades, ¿qué pasaría si la nueva señorita Angola fuera de madre ucraniana y de padre angoleño, más parecida a su mamá que a su papá? ¿Le darían a este caso el mismo tratamiento mediático internacional que al caso de Ariana? Y si la señorita Colombia de 2018 fuera la representante del departamento del Cauca perteneciente a la comunidad nasa, ¿cómo reaccionaríamos

Amin Maalouf
Fotografía tomada de
http://imagenes.publico.es/
En su hermoso libro Identidades asesinas, el escritor franco-libanés Amin Maalouf habla de los fronterizos, de aquellos que como él han vivido en más de un contexto nacional o cultural, que se identifican por igual con todos ellos pero que son obligados a escoger uno solo como "su identidad": "Desde que dejé el Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento 'más francés' o 'más libanés'. Y mi respuesta es siempre la misma: '¡Las dos cosas!' Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Eso es justamente lo que define mi identidad. ¿Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy?". Esta situación, según señala el escritor a continuación en su texto, plantea no pocas situaciones de violencia: la amputación ha sido padecida por muchos en el mundo por cuenta de presiones externas.

¿Cómo encarar esa violencia? Enfrentando al purismo con subversión, pero no la de las armas, sino la que nos permite el arte. Esta subversión surge, aunque suene extraño, del deseo respetuoso de conocer y, partir de este conocimiento, de romper las barreras que separan a las personas, de tirar abajo las "verdades absolutas" que no permiten los intercambios fructíferos. Esto es parte del valor de lo artístico.

Y ya que hablo de Japón, si usted que me lee ha intentado versos alguna vez, quizás se interese en el haikú, probablemente la forma poética más famosa de aquel país. En pocas palabras, consiste en hacer estrofas de tres versos: el primero de cinco sílabas, el segundo de siete y el tercero de cinco nuevamente, preferiblemente sobre temas relacionados con la naturaleza y sobre lo que siente el poeta cuando la contempla. En actitud subversiva, ¿por qué no animarnos a hacer haikús? Al fin y al cabo, la Orquesta de la Luz es japonesa, pero toca salsa. ¿Por qué occidentales no podrían hacer haikús? 

Aprender unos de otros, como un proceso en el que también es posible el error, es lo que nos hace verdaderamente humanos. Aprendizaje sin yerros no es aprendizaje.

Acá les presento unos ejemplos, o mejor, unos intentos de haikú, de mi cosecha:

Abre la prensa:
¿cómo sabes si es libre
o vil negocio?

Carajo, qué bien
se siente tomar agua
mientras se pueda.

El ukelele,
siendo tan chico, canta
con gran claridad.

Guitarrita azul
de doce compases, tú;
yo, aquí te toco.

¡Hey! Armónica,
me besas en la boca
y el tren se marcha.

Maestro, acá
sigo escuchando su voz.
Algo hay que hacer.

Verde campo; hoy
te recuerdo en infancia.
Correr entre vacas.

Viejos libros, ¡Uy!
¿Cómo podría lanzar
sus hojas al mar?

Haikús tomados de perroantonio.com

Y ahora usted, que me lee, ¡haga su haikú!