viernes, 23 de enero de 2015

De Charlie Hebdo al Caso Dreyfus: recuperar la memoria

Ningún acto de violencia en que se pierdan vidas, dignidades u obras hechas con amor, respeto y compromiso merece aplausos. Toda persona consciente del valor de este principio, por lo tanto, se sumará al rechazo a situaciones como la de los atentados a Charlie Hebdo en París del pasado 7 de enero, por medios diferentes a la fuerza bruta.

La manera como los medios de información han presentado el caso del semanario y tantos otros similares obligan a que no nos quedemos con el blanco/negro propuesto por ellos. Con excepciones valiosas, la tendencia de los noticieros es dar cuenta de los hechos sin profundizar, sin buscar otras voces que pueden brindar elementos para que la sociedad tenga una idea lo más exacta, detallada y responsablemente posible de las cosas que acontecen en este pequeño punto azul pálido que habitamos, en palabras de Carl Sagan. 

Dicha profundización también requiere una mirada al pasado, porque este explica el presente, o al menos nos ofrece pistas para comprenderlo. A propósito, no puedo dejar de recordar un hecho que ocurrió también en Francia hace más de cien años y me gustaría referirme a él para alimentar la reflexión sobre la actualidad. Valga decir que no he escuchado en días pasados hablar de lo que les voy a contar. Al parecer, nadie lo ha traído a colación. ¿Por qué?

Una traición fabricada

El capitán Alfred Dreyfus en prisión.
https://portalhistoria.files.wordpress.com/2011/07/affaire5.jpg

Más o menos cien años después de la Revolución Francesa -la revolución histórica más impactante de la historia junto a la Revolución Industrial, según diversos autores-, aquel país europeo, patria de Voltaire y de Molière, atravesaba una profunda crisis política (hecha, entre otras cosas, por escándalos como el de la construcción del canal en Panamá), social (anarquismo, nacionalismo, antisemitismo) y militar (el ejército francés había sido derrotado por las fuerzas armadas del recién creado estado alemán; precisamente esta guerra, la franco-prusiana, fue decisiva para la conformación de la nueva nación germana. Y no se puede olvidar la represión de la Comuna de París). Hacia 1894, medios franceses señalaron que había ocurrido una filtración de documentos secretos a los alemanes y que el responsable de este acto de "alta traición" había sido un capitán del ejército galo llamado Alfred Dreyfus. 

Dreyfus fue juzgado, hallado culpable, degradado pública y humillantemente de su condición castrense, condenado a cadena perpetua y enviado a cumplirla a una colonia penal en la Isla del Diablo, ubicada a 11 Km de la costa de la Guayana francesa, en Suramérica. Esto fue el comienzo de lo que la historia conoce como el Affaire (caso) Dreyfus.

Un pequeño grupo de personas, conformado por familiares del capitán y por algunos intelectuales, denunció que aquel había sido condenado por un crimen que no cometió. La situación causó tal revuelo que Francia se convirtió en una nación violentamente dividida entre quienes creían que Dreyfus era culpable y quienes creían que era inocente. Ambos bandos contaron con medios de prensa que hacían difusión de sus argumentos a gran escala. 

El reconocido escritor Émile Zola, en aquel momento ya anciano, se jugó su prestigio e incluso su libertad y su integridad al ponerse del lado del capitán. Se recuerda su participación en los hechos especialmente al publicar en el periódico L'Aurore su carta ¡Yo acuso!, en la que ponía al descubierto las diversas jugadas que habían enviado injustamente a Dreyfus a la Isla del Diablo.


El ultraje de Zola, tela al óleo de Henri de Groux, 1898. Tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Dreyfus#mediaviewer/File:Zola_sortie.jpg
Injustamente, sí: en realidad el traidor no era el capitán Alfred, sino un militar de nombre Ferdinand Walsin Esterhasy, quien incluso en cierto momento durante aquellos difíciles años llegó a ser aplaudido por sectores monárquicos, conservadores y nacionalistas de la patria de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad. Una vez reconocido el error judicial, se le otorgó el perdón al capitán Dreyfus -¿perdonar a un inocente?- y este lo aceptó, pues consideró que hacerlo evitaría más daños a su nación y a su amado ejército. Todo el drama terminó en 1906, con la reintegración de Dreyfus a las fuerzas armadas con todos los honores.

¿Cuál fue la razón por la que el capitán Alfred Dreyfus padeció durante años todo lo relatado hasta aquí? Un único hecho: ser judío.

Falta memoria, sobra hipocresía

Una caricatura de Dreyfus
publicada en un periódico de ideología racista.
¿Algún parecido con las publicaciones
de Charlie Hebdo?
http://clio.rediris.es/fichas/Holocausto/holo_image6.gif

¿Quién, entre las millones de personas que en las últimas semanas ha marchado por las calles o ha publicado en sus portales virtuales la consigna "Yo Soy Charlie", se ha acordado del Asunto Dreyfus?

El antisemitismo y la xenofobia han entrado en una nueva etapa. Hoy ya no se acusa a los judíos de ser los causantes de los males de la muy cristiana y avanzada Europa. Hoy Occidente, el Occidente hijo de esa Europa soberbia y pisoteadora de las dignidades de mil pueblos, mercader de los recursos de naciones antiquísimas que no sabían de las riquezas que les pertenecían -o que las entendían de una manera diferente- y que fueron engañadas para ser despojadas, llora la muerte de los caricaturistas del semanario atacado. Pero se olvida, o prefiere olvidar, que hay una razón que podría explicar lo que ocurrió: esa mentalidad colonial que les hace creer todavía que pueden pasar por encima de las creencias de los demás, de "los otros", de "los extraños extranjeros", sin consecuencia alguna que les afecte. Invocan la Libertad de Expresión para tal fin, pero la convierten en una diosa, como en un tiempo endiosaron a la Razón, a tal punto de que muchos de los males que afectan a nuestro mundo son el resultado de esa falsa religión positivista. Todo esto se margina convenientemente del imaginario social y político.

Encadeno lo anterior con lo expresado días después del ataque a Charlie Hebdo por el pensador estadounidense Noam Chomsky, palabras que merecen ser citadas: "El problema reside en que Occidente olvida sus propios crímenes (...) La razón tiene que ver con el concepto de `memoria viva', una categoría construida cuidadosamente para incluir sus crímenes contra nosotros mientras escrupulosamente excluimos nuestros crímenes contra ellos. Estos últimos no son crímenes, sino noble defensa de los valores más altos". También hago enlace con lo publicado recientemente por el periodista Antonio Caballero: los líderes de las potencias que se reúnen para marchar y clamar por las víctimas de los ataques no tienen problema en encontrarse también para planear guerras estratégicas que se presentan como "humanitarias", cuando en realidad tienen marcados intereses económicos. La Francia herida con la que mecánicamente muchos se han solidarizado e incluso identificado, dice Caballero, "participa en la guerra contra el Estado Islámico y no ha dejado de intervenir en el África negra musulmana con el único resultado de que se fortalece el fundamentalismo islámico". Tanto Chomsky como Caballero resaltan la profunda hipocresía imperante.

En este punto debo decir, para aumentar la tristeza, que conozco casos de inmigrantes latinoamericanos radicados en Europa que están totalmente de acuerdo con la actitud de rechazo a los grupos minoritarios étnicos que allí también viven. ¿Sabrán estos paisanos de la Patria Grande que los grupos de ultraderecha -fortalecidos por los ataques de Charlie Hebdo- irán también por sus cabezas en algún momento, si no los están haciendo ya? ¿Se habrán olvidado de que ellos son también extranjeros?

Ayer el capitán Dreyfus fue acusado de un crimen que no cometió. Hoy, como ocurrió después del 11 de septiembre de 2001, es un pueblo el acusado injustamente por actos violentos: el pueblo musulmán todo, sin distinción de nacionalidades. Dreyfus padeció la hipocresía y la injusticia; hoy, estos anti-valores se institucionalizan. 

No basta con que algunos líderes mundiales manifiesten con palabras que no hay que responsabilizar a toda una fe por las acciones de unos pocos, y más aún si con los hechos contradicen dichas palabras. Es el deber de todos no quedarnos con lo que vemos en los impresos, con lo que escuchamos en la radio o con lo que encontramos en la televisión o en Internet. Tenemos que ir más allá de lo que nos presentan y ver las cosas como son. El conocimiento adecuado de la Historia es fundamental para este fin. Para nosotros, los que decimos seguir el mensaje de Jesús, este es un compromiso inherente a nuestra fe que llega a ser más importante que creer ciegamente en cualquier dogma instituido, institucional. Del saber, tenemos que pasar al actuar, al anunciar y al denunciar. Estoy convencido de que el Dios de la Vida que anunció el Nazareno espera esto de nosotros.

Todas las referencias tomadas para la elaboración de este texto corresponden a los hipervínculos destacados. Agrego la Historia ilustrada del siglo XX, volumen 1, Ediciones Orbis S. A., 1982, impreso en Colombia.