lunes, 25 de mayo de 2015

Acerca de "El Abrazo de la Serpiente"

La difícil interculturalidad mostrada en una película extraordinaria. 



No se nos debe hinchar el pecho de falso orgullo patrio por el hecho de que la película El Abrazo de la Serpiente haya sido reconocida y elogiada en la más reciente edición del Festival de Cannes de una forma que probablemente ningún largometraje nacional ha disfrutado a nivel internacional. Más bien, debemos sentirnos muy contentos y agradecidos con el equipo de realización del filme, encabezado por su director, el riodorense Ciro Guerra, por atreverse a narrar una historia muy completa, fruto consciente de años de trabajo, que ofrece muchos elementos de discusión. El Abrazo... demuestra que en Colombia es posible hacer producciones de calidad capaces de salirse de los estereotipos a los que, para bien o para mal, se ha plegado nuestro cine; además, según lo percibido cuando mi esposa y yo fuimos a verla, capaz de congregar a un buen número de personas.

Pero yo no soy experto en cinematografía para ahondar en las reflexiones anteriores. Prefiero decir que El Abrazo... es una mirada a un territorio colombiano que, como dice Guerra, es desconocido para el país. Lo más triste es que, según el realizador, ese Amazonas colombiano del que se habla en la película ya no existe. La zona andina tiende a auto-referenciarse en constante y estéril conflicto con la costa caribe, mientras que los llanos orientales son una especie de estampa folclórica mal conocida y la costa pacífica grita pidiendo atención y respeto, con unos pocos escuchándola. Entre tanto, la Amazonía colombiana parece reducirse al Trapecio, a la ciudad de Leticia concretamente, y eso es todo para el colombiano promedio en cuanto al tema. Y por cuenta de los apetitos de los mercaderes, a lo que se perdió sigue lo que se está perdiendo justo ahora. Ante este panorama, El Abrazo... es un llamado de atención narrativo.


El explorador alemán con los indígenas
Narrativo, ya que cuenta una historia que atrapa desde los primeros fotogramas. En un montaje muy interesante se nos presenta al chamán Karamakate, el último de su comunidad, y su relación con dos investigadores, uno alemán y otro estadounidense, en momentos diferentes de su vida, durante la primera mitad del siglo XX. Estos encuentros tienen en el río Amazonas y en la selva el escenario de los encuentros y desencuentros entre el nativo y los extranjeros que acuden a él para buscar, por diferentes motivos, una rara planta custodiada por la gente del iluminado. En el recorrido hecho a punta de canoa para localizarla, se cruzan situaciones espeluznantes y dramáticas que dan cuenta de la forma como fue tratada la Amazonía y su gente por los autoproclamados adalides de la civilización. Guerra, no obstante, se la arregla para coser a la historia interesantes retazos de alegría también, aunque no son muchos por cuenta de lo que está contando.

La historia en torno a la planta misteriosa y Karamakate hace pensar que pocas cosas son más difíciles que la interculturalidad, que el diálogo fructífero, fecundo y gestor de vida entre culturas diferentes. Porque se juntan las virtudes y los defectos de lo blanco y lo indígena, los matices que se desarrollan en el encuentro entre lo nativo y lo extranjero, el respeto y la dominación, la curiosidad y el abandono, el amordazamiento cultural y la lucha por la supervivencia de las tradiciones, se suman al respeto por la Naturaleza y sus leyes, las músicas y los sonidos, al derecho al conocimiento y a la locura que se desata... Demasiados elementos. Destaco la locura, ya que su representante en la película -un autoproclamado mesías que instala su iglesia en plena selva, seguido de un buen grupo de alucinados indígenas- me hizo recordar a Antonio el Consejero, protagonista de la brasileña Guerra de los Canudos, narrada por Euclides da Cunha y Mario Vargas Llosa, aunque no necesariamente hay una plena identificación entre ambas figuras y sus respectivos contextos. Este salpicón de ideas y de sensaciones se mueve a mil revoluciones en la cabeza durante la proyección y una vez termina la película. El movimiento no se detiene. Al menos, eso es lo que se espera.

El viejo chamán y el explorador estadounidense
El misionero
Precisamente el elemento religioso del filme es uno de los más perturbadores. En mi calidad de creyente -y espero que sea así para cualquiera que diga serlo- lo visto en él referente al cristianismo duele y avergüenza. Imposible generalizar, claro, pero es tapar el sol con un dedo refutar que en la selva muy poco o nada de la Buena Noticia se compartió con los indígenas. Lo cierto es que más bien, tomándola de pretexto, se impuso una forma de ver el mundo que negó e hizo invisibles una cosmología y una interpretación espiritual que, bien entendidas, serían hoy pistas certeras para el andar por la vida de muchas personas. No solamente se han perdido y se pierden en el Amazonas especies animales y vegetales; también se pierden conocimientos y espiritualidad.


Hay que mencionar de manera especial los muy buenos aportes de actrices y actores que aparecen en el filme, especialmente los de los intérpretes indígenas como Tiapuyana y Yauenkü Migue. Ninguno de ellos estudió en academia de actuación alguna, pero el pleno convencimiento del mensaje que querían entregar, sumado a la actitud ética asumida por el equipo de producción, logró que dieran en el clavo. Imposible no acordarse del neorrealismo italiano y de Ladrón de Bicicletas. Ojalá que estas personas no se conviertan para la prensa mediática en animalitos curiosos que hoy se alaban y luego se olvidan, como le ha pasado, digamos, a Juan Pablo Montoya en estos días. 

Ojalá que quienes vean El Abrazo de la Serpiente puedan comenzar una ruta hacia esa región natural de nuestra Colombia desconocida que la rescate del olvido y que nos haga valorar, respetar y disfrutar el legado que aún lucha por sobrevivir. Estas son alternativas para desarrollar la interculturalidad, al menos en el inicio de su ejercicio.

¿Nos atreveremos ahora a recorrer los caminos de la Serpiente?

Les dejo una entrevista al director y a los protagonistas de la película:



Y su avance oficial:


Ficha técnica de El Abrazo de la Serpiente.


Las puntas

Manifiesto mi saludo  a lectoras y lectores de este blog no sólo en mi país, Colombia, sino también en países del continente como Estados Unidos, México, Ecuador, Chile, Argentina y Bolivia, e incluso en Alemania, Rusia y Ucrania. ¡La maravilla de la tecnología! Gracias por sus aportes y por seguir estas entradas. 

Oscar Arnulfo Romero ahora es beato de la iglesia católica según el rito romano. Dice la prensa que el partido político fundado por su asesino intelectual salió a sumarse a la celebración por el hecho. Como si nada. Este tipo de situaciones no puede ser olvidado en medio de los hosanas y los aleluyas de los que declaran a Romero "mártir del amor", cuando en realidad es el "mártir de la justicia". Hacerlo sería agregar otra dosis de edulcorante al mensaje de san Romero de América. 

viernes, 15 de mayo de 2015

The King is gone, but... (El Rey se ha ido, pero...)

"Lo maravilloso de aprender es que nadie puede arrebatárnoslo".

A Mónica, Jhonathan y Juan José. Esta es la tristeza, el blues.


B. B. King, retratado por Sterling Hudley.
Ilustración para la revista Rolling Stone, agosto de 2008.

Uno se levanta temprano, antes de que salga el sol. Enciende la radio para escuchar las noticias. De pronto, suena una música que es parte de la banda sonora de la vida propia, porque ha construido fibras del cerebro y del corazón. Qué maravilla. Sin embargo, la alerta aparece inmediatamente: ¡esta música no es parte de la programación de ninguna emisora de moda! Y el locutor entonces anuncia: en las últimas horas falleció el intérprete, o el creador de esta melodía que están escuchando, amables oyentes. No es, de ninguna manera, la mejor forma de comenzar el día. 

Me pasó a finales de 2012 cuando me enteré de la partida de uno de mis héroes, el maestro Ravi Shankar. Y me ha pasado hoy, con el anuncio del viaje definitivo de otro de ellos, del maestro Riley Ben King, mejor conocido como Blues Boy King o B. B. King.

Hace más o menos 15 años, caminando por las calles del centro de Bogotá, supe de su existencia, cuando ya llevaba varias décadas ejerciendo su derecho a tocar el blues, como él mismo dijo alguna vez. Fue en un puesto callejero que exhibía colecciones de discos; allí me encontré con él y con los Yardbirds. El disco de B. B. que adquirí en esa ocasión estaba conformado por temas de un concierto ofrecido junto a su banda en Kansas City, en 1972. Bastó escucharlo para entrar por una puerta alucinante al mundo del blues, del cual no me quiero ir. A partir de B. B. conocí a los otros dos kings del blues -Freddie y Albert-, a T. Bone Walker, Muddy Waters, Willie Dixon... A Howlin' Wolf, Leadbelly, Sonny Boy Williamson I y II -que no eran familia, como no eran familiares los tres reyes-... A Buddy Guy, Bukka White -este sí, primo de B. B.-, obviamente a Son House, Bessie Smith y Robert Johnson... Una lista interminable que dio paso a otra, conformada por los estudiantes de estos maestros: Eric Clapton, Jeff Beck, Pink Floyd, Peter Green, Susan Tedeschi, los Manal, Pappo... En fin. 


B B. King de joven.
www.teabreakfast.com
B B. y Lucille.
www.bbking.com





















¿Qué lo hace tan especial? B. B. King tuvo la gran fortuna de ser un músico de blues reconocido y apreciado no solamente por su generación, sino por las posteriores. Si se presentaba en el Festival Crossroads, convocado por Eric Clapton como una suerte de reunión de los mejores guitarristas, su presencia era reverenciada cariñosamente por todos los participantes y, cómo no, por los asistentes. Siendo en la práctica el más joven de las primeras grandes leyendas del blues, de esas que se formaron en el sur de los Estados Unidos a punta de resistencia ante las discriminaciones, la pobreza y las tristes historias de vida, que se inventaron una forma totalmente original y novedosa de cantar, tocar y expresar los sentimientos más profundos, B. B. era como una especie de cable de seguridad que mantiene unidas dos épocas distantes, pero similares en el hecho de que la gente sigue sintiendo tristeza, pero también sigue con ganas de estar alegre a pesar de los pesares, a pesar de las normas y de los protocolos.

Más allá de este "papel de cadena" -una responsabilidad que no es para cualquiera- y de las circunstancias de debilidad que cualquier Homo sapiens tiene que enfrentar y reconocer, B. B. King era un buen tipo. Nunca he visto un concierto suyo -gracias a Internet- en que no le diera a los músicos de su banda la oportunidad de lucirse ante el público, con reconocimiento de nombre y apellido a cada uno tras su intervención. Nunca un concierto en que se tomara buen tiempo para hablar a la audiencia, para no tomarse a sí mismo tan en serio y bromear. Si veía un talento, se daba el gusto de reconocerlo y de mostrarlo tanto a sus pares como a su público. Tengo entendido que una vez que fue a Buenos Aires, conoció y escuchó a Pappo, considerado por muchos como el mejor guitarrista de blues argentino; fue tal el grado de emoción que tuvo al ver al Carpo con su viola y el impacto que generaba en el respetable, que le propuso irse a Nueva York para tocar con él en el Madison Square Garden. Pappo nunca olvidó este detalle.

En las entrevistas, B .B. no se daba importancia y prefería reconocer la de otros. Le preguntó Brian Hiatt de la revista Rolling Stone (agosto de 2008) acerca de cuándo se dio cuenta de que su estilo estaba teniendo una gran influencia. "Bueno, estaba mirando la TV una noche", recordó, " y el cantante de los Beatles, John Lennon, dijo que desearía tocar como B. B. King. Casi me caigo de la silla. Y comencé a pensar: 'Dios, ¿qué estoy haciendo? Es el grupo más grande de la Tierra y el tipo dice eso de mí'. Traté de no creérmela" -no hay que olvidar que Lennon mencionó a King en la letra de la canción Dig It, del disco Let It be-. A renglón seguido, demostró que tenía amor propio, como el resto de mortales: "Pero seguro que pensé en ello. Era como si bajara Jesús y dijera: 'Sí, B. B., eres bastante bueno'". Y probablemente no estaría haciendo referencia a aquello de "somos más populares que Cristo". 

En la misma entrevista también se refirió a sus debilidades musicales, las cuales tuvo en cuenta para elaborar su estilo, característico por el empleo del vibrato al pulsar las cuerdas, las frases sorpresivas que arrancaban en notas agudas y los solos calmados: "yo quería tocar como mi primo Bukka White y otros grandes guitarristas que usaban slide -técnica de guitarra que consiste en deslizar sobre las cuerdas, entre los trastes del diapasón, una forma cilíndrica para producir un sonido muy característico-. Pero tengo dedos muy torpes. No sirven para el slide". ¿Velocidad a la hora de tocar, la obsesión de no pocos guitarristas?  "Bueno, los guitarristas son como los vaqueros en el salvaje oeste. El más rápido es el que practicó más. Pero yo ni siquiera hablo rápido, ¿así que por qué debería tocar rápido? Lo que principalmente trato de hacer es tocar las notas para que tengan sentido, no sólo para mí, sino también para ti. Si subiera al escenario y tocara sólo lo que se me ocurre, probablemente me mirarías como diciendo: '¿qué diablos está haciendo este tipo?'".



De izquierda a derecha: Albert King, B. B. King,
Eric Clapton y Stevie Ray Vaughan.
http://i.telegraph.co.uk/multimedia/archive/02373/stevierayvaughan_2373087b.jpg

Hiatt le preguntó, finalmente, qué pasaba por su mente cuando estaba metido en un solo. B. B. reconoció que nadie le había hecho esa pregunta anteriormente, pero se animó a contestar: "a veces olvido quién soy. Cuando estoy en el escenario, no me pongo a pensar en mí mismo. Pienso en la historia que estoy intentando hacerte entender. Es como hora, hablando contigo: me hace sentir bien que puedas entender lo que intento contarte. Aunque no cuente con todas las palabras, estoy haciendo lo mejor que puedo. Eso mismo es lo que pienso cuando estoy tocando".

Por todo lo expuesto en esta entrada, y especialmente por lo que señalado en el párrafo anterior, puedo comprender por qué aquel niño nacido en Itta Bena, Misisipi, me cautivó desde aquel disco suyo que encontré en el centro de Bogotá. B. B. King fue y seguirá siendo un auténtico comunicador de sentimientos y de ideas a través de la música. Por eso me duele mucho que nos haya dejado, aunque permanecen sus grabaciones. Su guitarra Lucille quizás esté llorando, mas su voz, que se hizo una con la voz de King -impresionante, sentida, auténtica-, seguirá resonando en nuestras mentes y en nuestros corazones. B. B. cantó "el estremecimiento se ha ido" -the thrill is gone-. "The King is gone", pero de alguna forma se queda.

Finalmente, les dejó esta entrevista hecha al artista que cuenta con una animación muy interesante.



Las puntas

Una mención especial como homenaje a las profesoras y a los profesores en su día -al fin, ¿se ganó o se perdió con el reciente paro? Unos dicen una cosa y otros otra-. Y también en el Día de la Banderita, un abrazo para la Cruz Roja. La idea de Henri Dunant sigue sirviendo al mundo. 

Con todo respeto. Parece que al señor obispo de Fontibón, Juan Vicente Córdoba, le pasó lo de la Chimoltrufia en su charla en la Universidad de los Andes: "cuando digo una cosa, digo otra". Quizás su propósito era dar a entender que para Jesús, el de Nazaret, no son importantes las inclinaciones sexuales de quienes siguen su mensaje -y eso está muy bien, realmente bien-, pero escogió expresiones que pueden sonar ofensivas para ciertas personas. Reconozco su entereza en las excusas que ofreció de manera pública posteriormente.


miércoles, 13 de mayo de 2015

Salento y el Valle de Cocora - Entre la belleza y el respeto

El departamento del Quindío (en verde).
http://www.turiscolombia.com/quindio1.html
El tamaño del departamento del Quindío, en Colombia -el segundo más pequeño del país- no es motivo para negar o ignorar su belleza. Al contrario. Nuestra sociedad, nuestro mundo globalizado, proclama constantemente las ventajas de lo grande, de lo "mega", de lo que se impone por su dimensión descomunal. Sin embargo, el Quindío puede presentarse como una hermosa excepción a esta regla artificial.

En el mapa colombiano, el Quindío podría asemejarse a una piedra preciosa ubicada, con todo el arte y la destreza de una colocadora, en el mosaico que llamamos Eje Cafetero o Triángulo del Café, entre las cordilleras Occidental y Central. Aquí están, aquí permanecen, el saco repleto de grano, el arriero, el jeep Willis, los recolectores, las chapoleras -mujeres recolectoras- y los gariteros  
-personajes encargados de anunciar con un grito característico a los recolectores la bogadera, bebida refrescante y energizante con limón y panela-, entre muchas otras figuras. 

La situación particular de esta zona del país, que poco a poco se ha recuperado después del sismo de 1999, plantea ser estratégico a la hora de una visita. Debido a su tamaño y a las buenas posibilidades de movilidad, se recomienda tomar un tiempo adecuado -digamos una semana, por lo menos- para conocer los municipios del departamento que ofrecen atractivos turísticos y otras comarcas cercanas a él ubicadas, por ejemplo, en la vecina Risaralda. Y establecer una suerte de campamento base en la ciudad capital, Armenia, para facilitar el acceso a ellos. 

Génova, Pijao, Córdoba, Buenavista, La Tebaida, Calarcá, Montenegro, Quimbaya, Circasia, Filandia -no Finlandia, valga la aclaración- y Salento conforman junto a Armenia la lista de municipios quindianos. Mucho espacio se requiere para referirse a cada uno de ellos como merecen. Por lo tanto, hablaré tan sólo de uno.



Salento es el municipio más antiguo del Quindío y atrae especialmente a los turistas, tanto nacionales como extranjeros, por sus paisajes y por la belleza de su casco urbano, de arquitectura colorida y dinámico por cuenta de sus muestras artesanales. Una larga vía repleta de locales comerciales que exhiben todo tipo de productos, elaborados con imaginación, es punto de encuentro cultural y artístico. Y es una grata experiencia subir a los balcones para tomarse un café o almorzar una buena trucha, preparada de varias y apetitosas maneras, acompañada por un exquisito patacón de plátano, grande y crocante, sin olvidar el "hogao", una salsa especial.






Pero no todo es urbano en lo que a Salento se refiere. No se conoce verdaderamente ese rincón de Colombia si no se acude al Valle de Cocora, reserva que forma parte del Parque Nacional Natural Los Nevados. Cocora -que en el lenguaje de los Quindos significa "princesa indígena" o "estrella de agua"- se puede recorrer a lomo de caballo, si no se teme andar sobre el animal por caminos humedecidos por las lluvias. Aunque no hay nada de qué preocuparse: los humildes corceles conocen perfectamente las rutas y pisan con más seguridad que cualquier humano. O se puede ejercitar las piernas, lo que permite un contacto más íntimo con el paisaje. Abrazando una palma, por ejemplo.

Cocora es el hogar de la palma de cera del Quindío -Ceroxylon quindiuense-, el árbol nacional de Colombia según determinó la Comisión Preparatoria del III Congreso Sudamericano de Botánica celebrado en Bogotá en 1952, decisión oficialmente reconocidea por la Ley 61 del 16 de septiembre de 1985. Entre la altura de cada árbol -entre 60 y 80 m- y la extensión del valle, con la mirada hacia arriba y hacia los lados, cualquier persona debería sentirse minúscula, sin más sentimientos que el agradecimiento, la veneración y el respeto por la Madre Tierra que muestra allí una de sus múltiples caras. No pocas veces, los truenos y los relámpagos de las temporadas de lluvia aparecen para ayudar a recordarle a turistas, visitantes y habitantes locales que son parte de la Naturaleza, no sus propietarios.




Afiche oficial para la protección
de la palma de cera
Lamentablemente, una faceta del fervor religioso popular permanece amenazante sobre las palmas de Cocora, sumándose a los factores que hacen posible su extinción. Cada Domingo de Ramos, como una forma de recordar la entrada de Jesús a Jerusalén montado sobre un burro, todavía se usan hojas de estos árboles a manera de homenaje, si bien desde hace ya varios años las autoridades han convocado a la población católica de rito romano a emplear otras opciones vegetales para demostrar su fervor. Este es, a mi juicio, un ejemplo de cómo ciertas tradiciones religiosas se mantienen entre la gente sin que ésta tenga en cuenta que pueden impactar la armonía ambiental. Es, por lo tanto, urgente una re-educación en temas de fe, en este caso cristiana, que enfatice la necesidad de abandonar ciertas prácticas que, si se miran bien, no forman parte esencial de la propuesta de Jesús de Nazaret: su mensaje no se modificará si dejamos a las hojas de palma en su lugar. Sin embargo, no basta con la acción oficial. La iglesia como institución y como comunidad debe sumarse con mayor ahínco a este esfuerzo.

En Salento se ejercita el sentido estético y en el Valle de Cocora se puede practicar el respeto. Dos motivos, tan sólo dos entre muchísimos, para conocer esa hermosa piedrita verde del mosaico cafetero que es el Quindío.