martes, 26 de enero de 2016

La Jornada Mundial de la Juventud: ¿qué sentido tiene?

Una mirada reflexiva a un evento estelar de la Iglesia Católica según el rito romano.

En aproximadamente seis meses comenzará la edición número 31 de la Jornada Mundial de la Juventud, evento que se ha convertido en uno de los más importantes de la Iglesia Católica según el rito de Roma. Gran parte del atractivo que para los integrantes de esta orilla de la cristiandad tiene este encuentro de jóvenes provenientes de todo el mundo se debe a la presencia del papa en el mismo. Y tal como ocurrió en Río de Janeiro hace tres años, es de esperar que la asistencia de Francisco, sus palabras y sus acciones en Cracovia (Polonia) capten la atención de muchas personas a nivel global y, en especial, la de los medios de información.

Lo anterior, sumado al hecho de ver en mis redes virtuales a no pocos amigos emocionados ante lo poco que falta para que puedan viajar a tierras europeas en julio, tras meses de preparativos, de actividades pro-fondos y de acumular ideas y sentimientos, es motivo que me mueve a escribir acerca del tema. 


JMJ 2013, Río de Janeiro.
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¿Vale la pena realizar la Jornada Mundial de la Juventud? ¿Es de provecho para el mundo, esto es, aporta alternativas encaminadas a la solución de los problemas de las sociedades? ¿Es una expresión acorde con el Evangelio? La respuesta a estas preguntas -una sola palabra- es bastante incómoda, especialmente para los creyentes y aún más -creo- para los que viajarán a Cracovia o para quienes han asistido alguna vez a este evento: depende. ¿De qué depende? Del sentido que se le dé. 


Vale la pena si...


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La JMJ vale la pena siempre y cuando se le dé su justo lugar y significado. Se trata, desde mi punto de vista, de la oportunidad de encontrarse con otras voces, ideas y vivencias para lograr mutuos aprendizajes constructivos dentro de lo que bien podría llamarse la familia católica -según el rito de Roma, insisto. ¿Cuándo podría hacerse una Jornada que abarque a toda la cristiandad?-. Dicho encuentro debe estar orientado no solamente a la celebración de la vida desde una postura evangélica, sino también a la reflexión profunda acerca de la situación de la Humanidad -de la cual el catolicismo es una fracción- y del planeta Tierra, también de acuerdo con el Evangelio. Esta reflexión, urgente para los tiempos que vivimos -no olvidar la encíclica de Francisco- implica que toda persona que acuda a Cracovia, o a cualquier ciudad donde se realice la Jornada en adelante, debe tomar decisiones de peso, radicales, encaminadas a "soluciones plenamente humanas", como indica el Concilio Vaticano II, para las dificultades que nos aquejan. En realidad, esto no es asunto exclusivo de las peregrinas y de los peregrinos: es cosa de todos los que hemos decidido vivir según el mensaje de Jesús. Pero el hecho de que la JMJ se muestre como "la gran reunión de jóvenes católicos a nivel mundial" hace que las expectativas respecto a sus participantes sean mucho mayores, que se espere de ellos obras de misericordia mucho más efectivas. Serán examinados con mayor exigencia, digámoslo así.

No hay que olvidar que, desde luego y como ha sido en ediciones anteriores, a la JMJ de este año no solamente irán creyentes convencidos. También acudirán personas que están buscando respuestas a sus preguntas, a sus inquietudes personales: son personas en crisis a quienes les han dicho que el Evangelio es una opción que puede dar sentido a su existencia. Por lo tanto, su estadía en Cracovia es una de las responsabilidades prioritarias, no solamente para los organizadores, sino de manera especial para quienes irán a tierras polacas con un recorrido amplio por congresos, grupos de oración, vigilias y demás actividades pastorales a cuestas. La JMJ valdrá la pena si quienes buscan no se ven defraudadas, si no resultan burlados por el anti testimonio. 

Y otro detalle que hace que la JMJ valga la pena: el peregrino habrá aprendido tanto y habrá entendido tan bien su misión como cristiano, que en un punto dado entenderá que lo más importante no será cruzar el océano, sino aplicar lo recibido en su tierra, compartir lo que se le dio con su comunidad, en su propio lugar, rompiendo las barreras del egoísmo. Emprenderá así un nuevo viaje, el más necesario, sin acumular tantas millas.

No vale la pena si...


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Hace unos meses, al final de una misa en un barrio humilde de mi ciudad, el sacerdote y párroco del lugar  dijo a la feligresía: "ustedes saben que el grupo de jóvenes de la parroquia, al que pertenecen varios miembros del ministerio de música, están realizando diversas actividades para costear su viaje a Polonia, a la JMJ del próximo año. Ustedes les han comprado en anteriores semanas empanadas y sándwiches hechos por ellos mismos y así les están colaborando para lograr ese objetivo. Hoy, lamentablemente, los muchachos no tienen nada para venderles. Pero igual, ellos les van a pasar una cajita en la que pueden depositar sus aportes". 

He visto a amigas y a amigos concentrados en asistir a la JMJ de este año -algunos, casi obsesionados- realizando mil y un eventos destinados a la recolección de fondos para llegar a su meta: bailes, bingos, bazares, obras de teatro, conciertos, etc. Hasta aquí, "todo OK". Sus grupos se esfuerzan por hacer cosas de calidad que merezcan la retribución económica esperada con el fin de poder ver cumplido el sueño. Pero aparece el problema de la cajita: el grupo de jóvenes de esa historia no ofreció aquel domingo nada a la comunidad, y esta igual tuvo que darles un aporte económico "porque hay que apoyar a los muchachos", "porque los anteriores domingos sí nos ofrecieron empanadas". A mí eso no me parece justo. Sí, fue solamente por un domingo, pero cuando tienes un gran proyecto entre manos, que sabes que implica sudor y entrega, tú no quieres que te regalen nada. Al contrario: darás tu mejor esfuerzo para merecerlo. No es un buen ejemplo el dejar que te regalen si quieres ir a un lugar tan lejano para gritar que eres discípulo de Jesús. Sobre lo de "gritar" ya escribiré más adelante.

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Por otra parte, creo que la JMJ también se puede convertir en un paseo. Resulta que no pocos peregrinos terminan de turistas, con su camiseta de la selección nacional de fútbol bien puesta, con la bandera de su país bien en alto -aquí hay una delgada línea entre mostrar la identidad, para compartirla, y dejar bien clara la diferencia, para que no se acerquen-. Su viaje se vuelve una excursión salpicada con agua bendita. Obviamente, no se trata de ser mojigatos ni aburridos: en una JMJ debe reinar la alegría, la risa, la espontaneidad. Naturalmente, si viajas hasta tan lejos y si el calendario de actividades y las posibilidades monetarias te lo permiten, conoce, aprende algo del idioma del lugar, trata de hablar con la gente de allá, conoce algo de sus costumbres y cuéntales algo de las de tu país. Pero de ahí a que el gran logro de la travesía haya sido que tomaste "n-mil" fotos en todas las poses posibles, solo o acompañado, "para el Facebook" -especialmente en la que apareces al lado del papa-, hay un trecho enorme. Y el Evangelio, ¿dónde quedó?

Finalmente debo señalar que la JMJ se vuelve en un evento tan trivial como la elección de Miss Universo cuando se convierte en un asunto únicamente de auto-referencia. Los medios dicen que se reunieron miles de jóvenes católicos para decir, gritando, "mírennos, mírennos, aquí estamos". Gritan como los niños cuando tratan de llamar la atención de sus mamás para obtener una golosina. ¿La golosina de creer tener la "fe única y verdadera" que es privilegio, mas no responsabilidad? ¿La golosina de la tranquilidad, porque tanta gente reunida no da pie a ningún asomo de equivocación? ¿La golosina de la auto-complacencia, porque viajar hasta tan lejos es un sacrificio por Papá Dios que es un activo que eleva el precio de mis acciones celestiales? ¿La golosina de despreciar manifestaciones religiosas y culturales diferentes, de criticarlas sin saber nada de ellas, creyendo que la presencia en la JMJ da patente de conocimiento absoluto y eterno? Si estas son las motivaciones del peregrino, de la peregrina, la JMJ no tiene sentido. Todo el dinero juntado, todo el esfuerzo hecho, hubieran sido mejor empleados en la tierra propia, donde tantas necesidades hay.


Atención, peregrinas y peregrinos de la JMJ: que no sea así como les escuche el mundo.
Fuente: Youcat español - Catecismo joven de la Iglesia Católica. Encuentro, 2011.

Un amigo alguna vez me dijo: "ustedes, los católicos y su JMJ. Se creen boy scouts en jamboree cada vez que hacen una de esas reuniones. Hablan mucho de Dios en ellas, gritan que son muy creyentes, pero me parece que hacen más por la gente y por el mundo los scouts, quienes no hacen tanta alharaca cada vez que se reúnen a nivel mundial". Sin ánimo de aguarles la fiesta y el viaje a mis amigas y amigos que están preparando su marcha a Polonia, me gustaría que consideraran todo lo escrito hasta aquí, y que piensen antes de tomar el avión. Que piensen, y que actúen en consecuencia. De ustedes depende que la JMJ tenga sentido, o que no lo tenga.