viernes, 15 de julio de 2016

¿Ver o no ver la nueva película de Tarzán?

El deportista y actor Johnny Weissmüller intepretando a Tarzán en una película
Ciertas personas han declarado en redes virtuales que se suman al rechazo a la nueva película de Tarzán que se presenta a nivel mundial por estos días. Dicen que no irán a verla.  Dicho rechazo se debe especialmente a que el villano del filme es presentado como "un católico asesino y psicópata que siempre porta un rosario en la mano", el cual incluso usa como arma.

¿Ver o no ver la película? Ofrezco algunas ideas:

1. Entiendo que el asunto del villano proviene de las imágenes mostradas en el adelanto, o trailer, de la película. Las personas amantes del cine saben que, por un lado, un adelanto es eso, un adelanto, y no la película como tal. Por lo tanto, por regla general no se puede hacer un juicio acerca de una cinta tan sólo por su trailer, como no se puede juzgar un  libro por su cubierta. Ha sucedido en varias ocasiones que un adelanto resulta ser tan espectacular, interesante o diciente como decepcionante, aburrida y vacía la cinta completa, y viceversa.

Un trailer no muestra de manera total dos detalles fundamentales para una película: el desarrollo de la trama y el de la personalidad de los personajes. Por ejemplo: ¿cómo podríamos entender, o al menos intentar comprender, la última palabra de Charles Foster Kane, el poderoso magnate de los medios, si en la película de Orson Welles no nos hubieran mostrado sus circunstancias personales -su infancia, su juventud, etc.- y la manera como construyó su imperio?

Así las cosas, muy bien: el villano de la nueva película de Tarzán es un católico asesino. ¿Por qué? ¿Cómo presentan el director y el guionista a este personaje como parte de un todo llamado película? ¿Con qué fines, según presenta ese mismo todo? ¿De verdad es un ataque al catolicismo? Para responder a estas preguntas con argumentos concretos, no hay más remedio que verla de principio a fin.

2. Un rechazo previo a la película en las condiciones señaladas parece ser también un síntoma de quienes entienden -o hemos entendido en algún momento- el ejercicio de la fe como un asunto institucional. Entre las señales de esta actitud está el pensar que una crítica es, de por sí, un ataque. Se trata de un constante estar a la defensiva, actitud que, además, no permite desarrollar elementos fundamentales de la experiencia evangélica como la libertad y la responsabilidad personales. ¿Cómo saber qué sentido tiene algo, si no lo examinamos tal cual es para hacer juicios adecuados? Es un poco como cuando éramos niños y mamá nos decía: "Ni siquiera has probado la sopa de tomate. ¿Cómo sabes que no te gusta?".

Además, se trata de un problema educativo. No nos forman para vivir la fe, sino para protegerla; no nos educan para compartirla -eso que llaman "dar testimonio"- sino para imponerla o, en términos más suaves, para propagarla haciendo la aclaración de que tenemos la verdad en nuestras manos, por lo que cualquier otro tiene que necesariamente aceptar nuestro punto de vista. Se ha dicho que "quienes tienen una fe formada pueden ver la película, pero quienes no la tienen, deben abstenerse de ir al cine". Y entonces, ¿cuándo la fe tierna se robustecerá? ¿Qué es, al final de cuentas, una fe educada, adulta? ¿Por qué no podemos sacar de las críticas, si las hay, un aprendizaje que nos ayude a ser mejores, más coherentes con lo que decimos creer? ¿Es prioridad para la institucionalidad realmente que las y los creyentes tengan un criterio propio, libre y responsable frente a las realidades del mundo?

3. Finalmente, me temo que en el caso propuesto aquí está pasando como cuando la esposa de un gobernador en Estados Unidos se negó a ver "La Vida de Brian", del grupo Monty Python, porque "una amiga le contó que era un filme horrible, blasfemo". La señora renunció a su libertad y para justificarse, para evitar juzgar una película por sí misma, acudió a lo que otra persona le dijo de ella. Sospecho que no poca gente dejará de ver la nueva película de Tarzán siguiendo una actitud similar a la de la señora esposa del gobernador, quien se perdió una película divertidísima que no era blasfema, sino herética y crítica de los formalismos religiosos.

¿Ver o no ver la nueva película de Tarzán? En libertad, en coherencia y en responsabilidad, cada quién que tome su decisión.

PD: De por sí, Tarzán puede ser tanto el canto al "buen salvaje" como la historia paradigmática de la supremacía del blanco europeo en tierras "agrestes y atrasadas". En alguna parte leí: ¿por qué Tarzán puede comunicarse con los animales, pero los nativos no pueden hacerlo? 

No hay que olvidar tampoco cómo se propagó el cristianismo en América, en África y en Asia: "tres guerreros abrieron tus ojos / a una espada, a una cruz y a un pendón", como dice -¡horrible!- una estrofa del himno de la ciudad de Bogotá.