miércoles, 3 de agosto de 2016

Hacer lío no es "ni tan fácil, ni tan cómodo".

     Es muy difícil permanecer indiferente ante las palabras o las acciones del argentino padre Bergoglio, el papa Francisco. Seguramente, en esto estarán de acuerdo tanto quienes le apoyan y le aprecian, como quienes le critican y rechazan. 

     Esté uno de acuerdo o no con ellas, muchas cosas acerca de varios temas ha dicho el pastor del catolicismo según el rito romano en poco más de tres años . Pero desde hace unos meses hay una expresión suya que me ronda la cabeza, el corazón y el alma, dejándome inquieto: "hagan lío", "hacer lío". Dos palabras que se han convertido en una especie de leitmotiv para católicas y católicos en todo el mundo. El motivo de mi inquietud, sustentado por lo que veo y escucho diariamente, es que pareciera que no se ha hecho suficiente reflexión acerca de las implicaciones de esta frase, lo cual genera especialmente un uso no pocas veces superficial de la misma que le quita el sentido señalado por Bergoglio cuando la propuso en julio de 2013, durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Río de Janeiro:


     Habría que volver entonces a leer, a ver y a escuchar el discurso de Francisco en el que aparece por primera vez la expresión. Dicho discurso es una invitación a la juventud que puede resumirse en uno de sus apartes: "Hagan lío, cuiden los extremos del pueblo que son los ancianos y los jóvenes, no se dejen excluir y que no excluyan a los ancianos, segundo, y no licuen la fe en Jesucristo". Estos tres elementos se refieren a la denuncia hecha por el papa de una sociedad que niega oportunidades a la juventud, que deja a las personas mayores en el olvido y al llamado de tomar en serio el mensaje de Jesús de Nazaret, a no "facilitarlo" o "suavizarlo", a darle su verdadero significado. En este punto, el pontífice recomendó a sus oyentes, como criterios de acción, dos pasajes del Evangelio: las Bienaventuranzas y el capítulo 25 de Mateo, del cual -supongo- el pontífice quiso resaltar su parte final, el llamado "Juicio de las Naciones", planteado como lo que tendrá en cuenta Dios para examinar las vidas de las personas.

     Como puede apreciarse, el "hagan lío" surge para un público identificado con la juventud en un contexto explícito, como una manera concreta de aplicar valores del Evangelio ante realidades específicas. No obstante, he escuchado o leído la expresión de labios o en textos de predicadores, músicos, grupos de oración y comunidades en un tono más bien distante de la propuesta hecha por el padre Bergoglio.  

     De manera especial, la frase ha sido empleada con frecuencia como parte de campañas de difusión de eventos católicos: retiros, encuentros juveniles, festivales, etc. Esto es comprensible ya que, como eslogan, la expresión es muy interesante, llamativa y provocadora. Ahora bien, ¿qué tanto de la propuesta papal resumida o identificada con la expresión se encuentra presente en los eventos mencionados? Es difícil saberlo, sobre todo si se tiene en cuenta que existe la tendencia a considerar la presencia de la juventud en la iglesia como una suerte de militancia, de activismo en favor de la institucionalidad eclesial más que como una opción de servicio mediada por la libertad y por la responsabilidad.

     Por estas razones, pareciera que para ciertos sectores de la iglesia "hacer lío" es "hacer ruido" a favor de lo institucional, de la institución: ¡Aquí estamos, mírennos, óigannos! Y esto, en un tono más o menos imperativo, difícilmente propositivo. Y sobre todo: vengan. Vengan al lugar donde está la verdad, vengan con nosotros que sabemos qué y cómo hacer, vengan que nosotros les diremos cómo comportarse. Esto me hace recordar una reflexión del amigo y músico argentino Carlos Seoane en su disco "La marca del sol": "Es notable que, aunque Jesús fue muy claro cuando dijo 'vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva', nosotros lo hemos traducido por 'vengan a la iglesia'. Jesús dijo: 'vayan', nosotros le decimos 'vengan'. ¿Será lo único que entendimos al revés?". 

El "lío", así las cosas, se hace institucional, porque la institución está esperando que acudan a ella. La comunidad, por el contrario, se pone en camino, sale a las calles, sale a los campos y veredas -lo cual también es la invitación de Francisco- para ponerse al servicio de quienes la necesiten. Y no necesariamente haciendo ruido o hablando con voz alta, sino -sobre todo- con las acciones, con el ejemplo silencioso pero efectivo. El profeta Elías, en el Sinaí, solamente encontró a Dios y lo conoció, para mostrarlo al pueblo, en la brisa suave y no en el fuego abrazador ni en el terremoto destructor.

Así han entendido el "hacer lío" en algunos sectores de la iglesia católica según el rito romano. Imagen tomada del Youcat, Catecismo para jóvenes.
     Por otra parte, me temo que el "hacer lío" de Francisco también se ha entendido como un aval papal -una especia de cheque en blanco- para que los católicos justifiquemos institucionalmente nuestra presencia en el mundo en detrimento de maneras diferentes de ver, pensar y sentir el mundo. Y al tiempo que justifica, lo que se cree que es "hacer lío" parece ser una venda que no nos permite ver ni comprender esas otras realidades que estamos llamados a conocer y a valorar. Y, además, el "lío" entendido en los términos expuestos también resulta muy cómodo, exento de dificultades, aséptico: Mario Castellar, amigo sacerdote, alguna vez se preguntaba por qué las comunidades religiosas, laicales o clericales, prefieren realizar las convivencias, los retiros y otras actividades similares en modernas y acogedoras residencias y fincas en plan de aislamiento, en vez de proponerse hacerlas en barriadas, comunas y otros espacios populares para pensar y actuar directamente con la gente conversando, interactuando con ella.

     El papa Francisco ha sido muy claro en su propuesta del "hacer lío" en lo que se refiere al compromiso con la juventud, con las adultas y los adultos mayores. Pero, como puede verse, no es tan fácil entender lo relacionado con tomar en serio el compromiso con el mensaje de Jesús de Nazaret. A manera de propuesta, presento a continuación para terminar un par de elementos que podrían servir para pensar, para discutir y para aplicar esa idea:

Hacer lío es atreverse a tener una mentalidad crítica que no necesariamente es del gusto de quienes son pares nuestros.

     En una entrada anterior transcribí el discurso del rabino Michael Lerner pronunciado en las honras fúnebres del boxeador Muhammad Ali. En este mensaje, el rabino invitaba a actuar como lo hizo el campeón cuando su decisión de negarse a luchar en la Guerra de Vietnam afectó su carrera deportiva. Y a manera de ejemplo concreto, el líder judío pasó de las palabras a los hechos: denunció la represión ejercida por el estado de Israel contra los palestinos y clamó para que este pueblo pueda tener un estado propio. Esta propuesta tuvo que resultar chocante para correligionarios del rabino, especialmente para aquellos que comulgan con el sionismo. 

     De esta forma, el rabino se metió en un problema de manera consciente, pues al hacer un claro llamado de justicia chocó con quienes no lo consideran conveniente. Así nos da el rabino Michael Lerner un ejemplo de lo que es "hacer lío" entendido en los términos planteados por el papa Francisco.

Hacer lío es atreverse a tomar decisiones en favor de otros que pueden sacarnos de la zona de confort en que vivimos.

http://www.entrehombres.net/wp-content/uploads/
2012/07/hombre-preocupado.png
     El maestro Mario Kaplún, en uno de sus guiones, nos cuenta la historia de un hombre muy satisfecho con su vida y con su trabajo que desea seguir la fe cristiana porque le han dicho que trae mucha paz, mucha tranquilidad. Pero luego se enfrenta a un complicado dilema: como encargado del personal de la empresa donde trabaja, contrata a una muchacha. La chica demuestra ser una excelente empleada, la mejor de todas, pero el hombre descubre que ella tiene un secreto familiar que, aunque no es su responsabilidad y es ajeno a ella, obliga a despedirla según los lineamientos de la empresa para que el prestigio de la entidad no se vea manchado. ¿Qué hacer, a la luz de esa fe cristiana que añora nuestro hombre? ¿Informar a sus superiores de la situación para que la muchacha pierda un empleo que le ha costado mucho conseguir y él conserve el suyo? ¿O callar, a riesgo de que sus superiores se enteren y así no solamente echen a la chica, sino también al hombre por no informar? Esta última opción implica, además, señalar como motivo del silencio la defensa de los intereses de la muchacha ante una situación injusta. Escuche aquí el desarrollo y el desenlace de esta historia. 

No sobra decir que, en la vida real, las personas -sobre todo si son, o dicen ser, creyentes- se enfrentan constantemente a este tipo de situaciones y a muchos otras similares. Por eso, "hacer lío" a la manera cristiana no es "ni tan fácil, ni tan cómodo", como bien dijo el maestro Kaplún.