lunes, 10 de octubre de 2016

Elementos bélicos en el discurso cristiano institucional y sus implicaciones. Una reflexión desde la coyuntura en Colombia.

     El pasado 7 de octubre, a propósito del día de la Virgen del Rosario, una cantautora latinoamericana de música católica romana publicó en una red social de Internet el siguiente mensaje:
"Un cristiano sin Rosario, es un soldado sin armas" San Miguel Febres Feliz día de Ntra Sra del Rosario! [sic].
      La publicación, hasta el momento de redactar esta entrada, tuvo 416 "me gusta", 42 "me encanta" y un "me divierte". También contó con un buen número de comentarios que, básicamente, manifestaban su respaldo y gusto por las palabras tanto del santo como de la artista. 

     
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Mi respuesta al mensaje citado fue el siguiente:

Pienso que el rosario es una forma hermosa de oración. Pero como creyente en el mensaje de Jesús y, ahora más que nunca, como colombiano, me niego a referirme al rosario como un arma, a pensar en él en términos bélicos. Me niego a pensar en el rosario como una especie de elemento exclusivo, diría incluso espiritualmente elitista, "sólo para católicos", que sirve para "convencer" a Dios de que haga lo que queremos, especialmente cuando pretendemos imponer nuestros puntos de vista, como últimamente he visto en ciertos espacios.
     No obtuve respuesta alguna a estas palabras posteriormente, ni a favor ni en contra de ellas. En cambio, se multiplicaba el respaldo al saludo, especialmente con una palabra repetida una y otra vez: "amén". 

     Aparte de que los hechos relatados reflejan una idea que he expresado anteriormente, esto es, la del "huevo de cristal" en el que pareciera que viven no pocos cristianos cuando se enfrentan a la realidad, hay en la narración un elemento que merece reflexión: los tintes de violencia que existen en el cristianismo y que, de alguna u otra forma, son reconocidos como buenos y, por lo tanto, aceptables.

     La reciente semana ha sido para mi país, Colombia, una montaña rusa emocional y reflexiva alrededor, no de un partido de fútbol o de un reinado de belleza, como es costumbre, sino de algo muchísimo más importante y trascendental para la nación: el tema de la paz. El resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre y sus variadas e inmediatas consecuencias han producido situaciones poco comunes, incluso inesperadas. Entre ellas, la discusión en torno al papel que las comunidades o agrupaciones cristianas, tengan el apellido que tengan, han cumplido en el camino hacia la toma de decisiones respecto al proceso de paz adelantado entre el gobierno nacional y las FARC-EP. Me propongo a continuación añadir al movimiento de ideas algunos aportes a partir de la historia y de lo relacionado con el uso del lenguaje en ambientes de fe.

Jesús y Pablo

     Jesús de Nazaret, en su anuncio de la Buena Noticia, comprendió y expresó de manera concreta que el Reino de Dios, un reino de justicia, no era un proyecto agradable para todo el mundo. Sabía que eso de compartir, de denunciar los abusos de los poderosos, de poner delante a quienes siempre han estado atrás, es un discurso altamente peligroso, especialmente para los intereses de las élites. Por lo tanto, el galileo entendió y procuró dar a entender que construir el Reino implica un enfrentamiento entre posiciones contrarias, el cual no se zanjaría de manera cordial. Eso sí, a partir de su propuesta novedosa para la mentalidad de su pueblo y de su tiempo, fue claro y concreto
También han oído que antes se dijo: 'Ama a tu amigo y odia a tu enemigo'. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos del su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así (Evangelio según Mateo, 5.43-47, versión Dios Habla Hoy).
     Por su parte, Pablo de Tarso, en su muy personal interpretación del mensaje de Jesús, propuso el concepto de las "armas espirituales del cristiano", como una metáfora que guía al creyente en su interacción con la realidad:
Y ahora, hermanos, háganse fuertes en unión con el Señor, por medio de su fuerza poderosa Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo oscuro. Por eso, tomen toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan resistir en el día malo y, después de haberse preparado bien, mantenerse firmes.
Así que manténganse firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo que los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo (Carta a los Efesios 6.10-17, versión Dios Habla Hoy).
San Pablo y su espada
http://caballerodelainmaculada.blogspot.com.co/
2014/09/el-apostol-san-pablo-predijo-la.html
      Tan sólo con la lectura del anterior texto paulino surge una contradicción: ¿anunciar el mensaje de la paz asumiendo figuras bélicas como espadas, cascos y escudos? Una pista para entender esto puede encontrarse si consideramos en qué mundo hablan Jesús y Pablo. Aquel era un mundo dominado por un imperio decididamente fundado sobre la violencia: el romano. A estos dos hombres les tocó enfrentar un poder extranjero en su país para el que el derecho de la fuerza constituía el argumento fundamental de sus acciones; sus respectivos discursos no pudieron sustraerse de aquella influencia, bien sea criticándola, ofreciendo alternativas a la misma o empleándola para dar a entender algún elemento de su mensaje a sus públicos. La dinámica histórica tras Jesús y Pablo siguió dando una desmedida importancia a lo bélico; por cierto que la iglesia institucional que vino tras ellos no pudo, no supo o no quiso enfrentar esa tendencia. Incluso llegó a justificarla y a practicarla.

     En contraste, y en términos generales, el mundo actual es hijo de un siglo XX que tuvo que lidiar con situaciones dramáticas -una guerra mundial en dos asaltos, entre otras- y generadoras de una conciencia que anteriormente no existía, o mejor, que empezó a surgir con el ejemplo de Henri Dunant y su Cruz Roja en el siglo XIX. Para los romanos y otros pueblos de la Antigüedad, dicha conciencia era inexistente, por no decir ridícula y absurda: la conciencia del respeto por la población civil durante los conflictos bélicos, de que no todo es válido cuando dos ejércitos se enfrentan, del socorro y reparación a las víctimas estuvieran en el bando que estuvieran, etc.: en otras palabras, aquellos tiempos y grupos humanos no podían entender que la paz es un estado o situación que forma parte de las necesidades de la Humanidad, así como la libre determinación de los pueblos. Estos ideales que para nosotros, navegantes del siglo XXI, parecieran obvios y naturales, no lo eran en los tiempos de Jesús y Pablo por las razones señaladas. No tener en cuenta este detalle es, a mi juicio, un lío no menor. 

     A partir de lo anterior, el problema para los creyentes cristianos -surgido concretamente de nuestro escaso interés por estudiar seriamente la historia, y especialmente nuestra historia- es que no nos damos cuenta de que en el desarrollo de nuestras creencias seguimos empleando, tanto de palabra como de obra, elementos de violencia que, a la luz de los avances en el tema de los Derechos Humanos y de la búsqueda de la paz, ya no tienen sentido: aún más, son contraproducentes. Un ejemplo concreto es el presentado al comienzo de esta entrada: que el rosario es un arma -¿de dónde vendrá esta idea?-. Y hay otros: el creer que estamos en permanente defensa de la fe, que seguir a Jesús es, sobre todo o de manera especial, una lucha contra las fuerzas demoníacas en vez de un esfuerzo por anunciar la justicia a través de obras de servicio y de misericordia. Y, por lo que he podido observar en los últimos días, estas actitudes tienen una especial influencia en la posición personal que algunos toman frente a ciertos temas. Tomemos por caso lo que se refiere al debate de la paz en Colombia. 


¿Un modelo en la toma de Jericó? ¿Batalla espiritual? ¿Qué intereses hay detrás de este llamado? (Fotografía: Carlos Novoa Pinzón).
     Ciertos católicos romanos han acudido al rezo del rosario-arma espiritual para conjurar el peligro de que el país caiga en poder del castrochavismo, se transforme en una nueva Venezuela o caiga en las garras del homosexualismo a través de la llamada "ideología de género". Y en ciertas comunidades protestantes se han rechazado los acuerdos entre el gobierno y las FARC-EP con el argumento de que su implementación es la puerta abierta al dominio de Satán en Colombia, por lo que sus integrantes, mediante el voto por el NO se convierten en soldados espirituales que libran una gran batalla contras las oscuras y espirituales legiones. Nótese que aquí las dos facciones cristianas más explícita, publicitadamente enemigas, la católica romana y la protestante evangélica, están de acuerdo; como dice Juan Esteban Londoño -cuyo texto citado recomiendo leer-, "en esto sí son ecuménicos". 

     Asumir la práctica de la fe desde estas orillas en la coyuntura en la que nos encontramos ha sido, lamentablemente, una pérdida de tiempo y de esfuerzo, un total fracaso como seguidores de Jesús, un nuevo ejemplo de que no hemos entendido -o no hemos querido entender- su mensaje y de que no hemos logrado aplicarlo efectivamente como ciudadanas y ciudadanos. Esto es, no hemos estado a la altura de lo que el momento histórico nos ha pedido. Obviamente hay excepciones a esta regla, pero lamentablemente su fuerza es inferior. Se ha impuesto desde las iglesias el asumir y el entender la realidad como un asunto en dos tonos, siempre en blanco y negro, actitudes con las que es imposible comprender la situación actual de Colombia y proceder en consecuencia. Tampoco se puede olvidar que detrás de esas actitudes están intereses particulares que van más allá de la fe, la cual es usada como una excusa para cubrirlos. Especialmente, como señala Londoño, con la cortina del miedo que históricamente ha justificado el armamentismo, sea con lanzas, con ametralladoras... O con rosarios.

La violencia al negar la palabra del otro

     Finalmente, hay que señalar otra forma de violencia en el cristianismo relacionada con el lenguaje, o mejor, con el ejercicio de la expresión de la palabra. Acerca del papel que tuvieron los cristianos evangélicos en el resultado del plebiscito, la revista Semana señaló que "es lógico el interés de los pesos pesados de la política por los jefes del rebaño evangélico". 

     Es lógico, si se entiende que dichos jefes y jefas son en ciertos casos quienes dicen a los integrantes de sus comunidades qué hacer, qué decir y qué pensar, no siempre de acuerdo con los intereses de la grey, sino con los de personas ajenas e incluso con los de dichos líderes. El poder de decisión, por lo tanto, no lo tiene el cristiano "de a pie"; al contrario, este es un peón usado en un juego de ajedrez del cual pareciera no darse cuenta. 

     ¿Dónde quedan entonces la libertad y la responsabilidad de quienes se ufanan por haberle hecho caso al pastor, pero sin asumir su identidad ciudadana, plena de derechos y de deberes? ¿Dónde queda la dignidad de quienes no quisieron considerar otros puntos de vista desde el diálogo porque la pastora se los prohibió explícitamente con amenazas? Se habla mucho de que en esas comunidades se defienden derechos -los de la familia, concretamente-, pero a costa en no pocas ocasiones de negar, y por lo tanto vulnerar, uno importantísimo y fundamental del cual en esos ambientes nadie habla al parecer: el derecho a la comunicación, que se manifiesta especialmente en el pensar con la propia cabeza y con el propio corazón en el encuentro dialogante con los demás. Ciertos líderes señalan que, en el caso del plebiscito, se animó a los fieles a elegir a conciencia "y la gente votó consultando al Espíritu Santo". Esta posición, respetable, es otra forma del problema planteado, pues al fin y al cabo "al pobre Dios lo meten en cada estofado", como dice Mafalda, con tal de evadir la responsabilidad personal, clave también en el derecho a la comunicación.

     Eliminar referencias bélicas del lenguaje en términos de fe y no convertir el uso de la palabra en una forma de dominación de mentes y corazones: dos retos que quienes decimos seguir a Jesús de Nazaret debemos asumir y promover. En Colombia, hoy más que nunca, hay que hacerlo de manera urgente.


La punta

     Como si lo anterior no fuera poco, en mi país ha surgido en los últimos días el debate acerca de si las iglesias y congregaciones religiosas deben o no pagar impuestos. Un amigo y yo conversábamos al respecto y, prácticamente al tiempo, nos acordamos de "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", frase de Jesús, una de sus expresiones más manipuladas. Por lo tanto, a estas alturas, y si las miramos en su contexto, estas palabras del Nazareno ya no son un argumento válido en este tipo de debates.