martes, 12 de abril de 2016

"El periodismo es un deporte exclusivo para machos y para adultos"

Hilde Lysiak vive en un pueblo de Pensilvania, Estados Unidos, llamado Selinsgrove. Allí tiene a cargo un periódico en Internet llamado Orange Street News, en el que publica información de interés local. 

El pasado dos de abril, Hilde publicó la siguiente información en su periódico:

"La Policía está investigando un posible asesinato en la calle novena de Selinsgrove. 

Un hombre está bajo sospecha de asesinar a su esposa con un martillo en la calle novena de Selinsgrove, aseguraron fuentes a The Orange Street News.

Fuentes oficiales aún no confirman esta información.

'Esta es una investigación en proceso', señaló un oficial a The Orange Street News".

La nota periodística señala detalles de la víctima y de su presunto asesino, así como declaraciones de vecinos, consternados por el triste hecho. Lysiak evitó dar los nombres de las personas involucradas en él "con el fin de asegurar que los amigos y familiares (de dichas personas) sean informadas primero de los sucesos".

Tras la publicación de la nota, Hilde recibió comentarios positivos pero también, y especialmente, negativos. Estos surgieron, más que por su trabajo periodístico, por su edad: Hilde Lysiak es una niña de 9 años. 

De acuerdo con información suministrada por BBC Mundo, "varios adultos reaccionaron con indignación en las redes sociales, acusando al padre (de Hilde) -un experiodista- de irresponsabilidad por dejar a su hija cubrir noticias escabrosas y aconsejando a la menor que 'jugara con muñecas'". Un comentario especialmente doloroso para la niña fue: "Me parece repugnante que una niña tan adorable crea que es una periodista de verdad. ¿Qué pasó con las fiestas para tomar el té?". 

A estos comentarios, Hilde respondió: "Si quieren que deje de cubrir las noticias, entonces aléjense de sus computadoras y hagan algo sobre las noticias. Ahí lo tienen, ¿les parezco suficientemente adorable así?".

El periodismo, ¿con horario y fecha en el calendario?

"Infancia", por Alina Díaz. Flickr, Creative Commons.

Me ha llamado mucho la atención el caso de Hilde porque refleja ciertos elementos dignos de consideración, relacionados con el ejercicio del periodismo y con asuntos de género y de edad en los tiempos actuales.

El padre de Hilde explica que solía llevar a su hija con él a trabajar, lo que seguramente hizo que ella se familiarizara con la movida de fuentes, registros, escritura y demás elementos del quehacer periodístico. El ejemplo de papá y, por qué no, una chispa interna que nació con Hilde la llevaron a decidir crear el Orange Street News, con un ingrediente adicional clave: los avances tecnológicos de la actualidad que la niña maneja al dedillo. Al fin y al cabo, ella es una nativa digital. 

Asomarse al periódico de Hilde es un interesante ejercicio. Este informativo es una publicación con noticias locales de alcance global -precisamente, gracias a Internet- surgidas de la comunidad de Selinsgrove, un pueblito que podría hermanarse con cualquier otro en el mundo en su condición de anónimo para la gran prensa -hasta ahora, y probablemente retorne a esa condición cuando pase "la fiebre", el interés por el caso que ha originado tantas críticas a los Lysiak-. Son vivencias de sus vecinas y de sus vecinos que, si bien no tienen ni una pizca de espectacularidad, son en sí mismas muy valiosas porque son hechos de gente común y corriente que también son interesantes e importantes. Por otra parte, lo que pasa en el mundo también les afecta y eso también ha sido contado en el periódico, es decir, la relación entre lo local y lo global se narra allí de manera muy humana. Y como no es de extrañar, la comunidad tiene cosas muy buenas, pero también problemas. Todo eso lo cuenta Hilde con la ayuda de su familia y con el respaldo de quienes han conocido su trabajo.

Desde luego, no todo es perfecto en el trabajo de Hilde Lysiak, y asumo mi condición subjetiva aquí. Me parece que son un poco chocantes algunos titulares del periódico sobre temas delicados en los que se emplean signos de admiración que me recuerdan el legendario estilo del diario colombiano El Espacio -¡Las drogas golpean la escuela media de Selinsgrove!. En el caso del presunto asesinato que tanto picó, aunque la niña quiso proteger la identidad de los involucrados, el publicar imágenes del lugar de los hechos es, de alguna u otra forma, una pista para saber de quiénes se trata. Y, quiéralo o no, la chiquilla sigue el modelo periodístico audiovisual que gusta en los Estados Unidos y que tanto imitan los noticieros de otros países: el estilo breaking news rimbombante, espectacular, cercano al alarmismo.

El camino de aprendizajes de Hilde en el mundo de las noticias está comenzando y, si continúa en él, no terminará jamás. Pero por lo leído y visto, y especialmente con el caso del presunto asesinato, la ruta de la niña en el campo del periodismo ha comenzado bien. Ahora le toca a su familia y a ella misma mantener y robustecer un sentido ético, responsable y humano en la labor. No faltarán los que piensen en su trabajo como en los malabares de un mono amaestrado del circo, fuente de apetitosos negocios. Habría que decirle entonces: ¡Hilde, si te llaman para proponerte ser "la pequeña maravilla de la información", cuelga el teléfono!

Hipocresía en doble dosis


"Infancia", por Ignacio Palomo Duarte. Flickr, Creative Commons.
Ahora bien: "Dedícate a jugar a las muñecas o al té de señoras", le dicen algunas personas a Hilde; "esos temas de asesinatos son exclusivos de adultos; no son para personas chiquitas como tú". Sería interesante pensar qué tipo de comentarios se hubieran dado frente al cubrimiento de la noticia en cuestión si en esta historia no estuviera involucrada como reportera Hilde Lyziak, de 9 años, sino, digamos, Bobby Lewis, quien cuenta con 8 abriles: "¡Un Mozart del periodismo! ¡Qué niño tan valiente! ¡Una promesa del mundo informativo! ¡Este pequeñín sabe en qué mundo vivimos e informa consecuentemente!". Los niños pueden ser audaces, pero las niñas no. Las niñas deben ser, como bien dice Hilde con una buena dosis de sarcasmo, "adorables". Y entiéndase por "adorable" ser pasiva, ensimismada, superficial. En pocas palabras, ser una nena boba.

Así las cosas, cierta gente cree que el ejercicio del derecho a la comunicación está vedado para Hilde Lysiak y para personas como ella por partida doble: porque es menor de edad y porque es niña. Doble injusticia. Y hay mucha hipocresía aquí también: los adultos solemos quejarnos de que la infancia y la adolescencia poco o nada se preocupan por la realidad. Pero cuando niñas, niños y jóvenes quieren tomarse en serio dicha realidad haciendo preguntas y buscando respuestas, pegamos el grito en el cielo y les rogamos que se queden en ese mundito hecho de colores pastel y de princesitas, o de robots que se transforman, o de fiestas repletas de reguetón y de sustancias que generan alucinaciones. 

¡Cuántos de nosotros quisiéramos tener el ímpetu y dinamismo de Hilde al abordar sus noticias! ¿No le ganó ella la mano a la prensa "profesional" de su pueblo llegando primera al lugar de los hechos y, por lo tanto, dando la primicia? -en Colombia decimos: "los chivió"-. ¿Cómo se las arregla para que la policía de su pueblo le dé información acerca de un suceso en vez de mandarla a jugar con muñecas? ¿Por qué la gente le cuenta historias y le abren la puerta de sus vidas? Sencillo: Hilde ya se ha hecho una identidad de periodista local. La respetan. Valoran su trabajo. La toman en serio. Cosa que no todos sus lectores hacen. 

Quienes decimos dedicarnos a comunicar -y la sociedad en general- deberíamos tomar nota del caso de Hilde Lysiak como un ejemplo muy concreto de lo lejos que están todavía la infancia y la adolescencia de hoy del derecho a la comunicación. Por lo tanto, nuestra labor y compromiso consisten, precisamente, en romper esos muros y ofrecerles orientaciones y acompañamiento para que ejerzan dicho derecho que implica, invariablemente, tanto una realización personal como un aporte social, dos elementos inseparables.

Lecciones del jardín infantil


"infancia", por Francisco Javier Argel. Flickr, Creative Commons.
Para concluir esta entrada, quisiera evocar un muy interesante ensayo llamado Los aritos de Dayenka, publicado en 2003 en la revista colombiana El Malpensante por Roberto Palacio, que se presenta como "una investigación filosófica en torno al jardín infantil". Según este texto, muchas instituciones de educación preescolar en Bogotá tienden a recibir nombres que son ejemplos de lo que el autor llama "síndrome de enanización": Pequeñas cabecitas, Las ovejitas del rey, Picarines, Mis deditos creativos, Tierno amor, Materno escándalo, Travesuras de Daniela, etc. Pero resulta que "el nombre de estos jardines no está hecho para el niño; a él no le gusta ni le importa ni lo entiende, como no entiende ni le importa ni le gusta la jerga en la que se le habla habitualmente".

El síndrome en cuestión, que en cierta forma también puede percibirse en el caso de Hilde Lysiak, consiste en que "todo lo del enano debe ser pequeño para que sea de su agrado (...) Lo queremos imaginar inmerso en un pequeño mundo de hongos y de setas, mesitas de madera rústicas con un taller de herramientas de trasfondo. Él, por su parte, nada sabe de setas ni de martillitos y querrá más que nada conducir un enorme automóvil, usar zapatos talla 48 y cambiar el gorrito puntiagudo por una cadena de oro macizo. Esto lo sabe cualquier admirador de la vida y obra de Nelson Ned".

Y en cuanto a la infancia y el síndrome, Palacio afirma: "Quizás la cara más nefasta de la enanización tiene que ver con ignorar completamente lo que sucede en la cabeza de los niños -y especialmente en la de las niñas, agrega su servidor-. Muchos imaginan que los niños -y las niñas- viven en una especie de perpetua fantasía psicotrópica en la cual los animales brincan, cantan y vuelan, los colores proliferan y se multiplican misteriosamente y en la cual se bebe constantemente de los manantiales más puros de la felicidad. Ignoran completamente que los niños -y las niñas- comparten muchos de los pensamientos de los adultos -y adultas- y que por eso se anticipan a la experiencia del mar con un barco de madera o vuelcan su afecto maternal sobre un pedazo de plástico articulado, sólo que lo hacen a manera de ensayo, de una reproducción mimética". 

No obstante, Hilde Lysiak ha querido dar un paso más allá. Incluso, de este episodio desagradable que la ha vuelto noticia -ironía de la vida siempre latente-, ella nos da una lección: dejemos de criticar tanto y hagamos cosas concretas para construir un mundo mejor. Algunos se ofenden con ella, la rechazan y la minimizan hasta el ninguneo; otros la apoyamos, la animamos en su vocación -si es que la vida no la lleva por otra senda, cosa que también puede pasar y debe ser también respetada-. En cualquier caso, esperamos que tenga un futuro lleno de comunicación para ella y para su comunidad de Selinsgrove.


"Infancia", por Jose. Flickr, Creative Commons.






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