lunes, 7 de marzo de 2016

¿Nos olvidaremos de Berta Cáceres?

"Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo.
Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar sólo contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal".


Berta Cáceres y el río Gualcarque en 2015. Goldman Environmental Prize.


Con gran vergüenza debo decir que no tenía ni la más mínima idea de quién era Berta Isabel Cáceres Flores hasta la semana pasada, cuando leí acerca de su asesinato. 


En muy pocos días me he enterado de que en Berta Cáceres, mujer madura de amplia sonrisa de quien me hubiera gustado ser amigo, se movía sin cesar un abanico de facetas que se complementaban: mujer, líder, indígena lenca, feminista, ecologista, esposa, madre, activista en favor del medio ambiente. Y toda la vida que ella tuvo y que todavía tiene, recibida hoy por sus familiares, amistades y allegados dispuestos a no dejar que se pierda su nombre en el olvido, no es a los ojos de la agenda mediática mundial de corte neoliberal más importante que la existencia de, digamos, Sofía Vergara o Donald Trump. 

El año pasado, en abril, Berta recibió el Premio Goldman, reconocimiento anual que se entrega a personas comprometidas con el cuidado y con la defensa de los derechos de Pacha Mama. En la ceremonia de entrega, la hondureña pronunció las palabras que encabezan esta entrada. No hubo enormes titulares en la gran prensa con este angustioso llamado, ya que el Goldman no puede compararse en términos mega-mediáticos, ni de lejos, con el Oscar, el premio de premios, el que más cámara consigue -eso no lo logra ni el Nobel-. En teoría, todo el mundo sabe quién es Leonardo Di Caprio, y aún más en este año en que terminó la "maldición", la "injusticia" contra el pobre Leo, detalle que es más mencionado y comentado que sus méritos como intérprete. 

Pero, a diferencia de Di Caprio, Berta es una anónima mega-mediática, como lo son colegas suyos que recibieron también el Goldman: entre otras y otros, como Thuli B. Makama, de Swazilandia. O como Dmitry Lisitzyn, de Rusia. O como Juan Mayr, Berito Kuraru'wa, Libia Grueso y Nohra Padilla, compatriotas mías y míos a quienes Silvestre Dangond, Álvaro Uribe y Shakira superan amplia, quizás totalmente, en los rankings de popularidad en Colombia.

Es por este desequilibrado, y por lo tanto, injusto manejo de los medios de información a nivel global, del que todos somos cómplices en mayor o en menor medida cuando tenemos acceso a ellos, que nombres como los de Berta Cáceres solamente son reconocidos cuando caen por cuenta de la violencia irracional y aparecen, en ese momento sí, en grandes titulares en la prensa a nivel mundial. No es justo y no podemos seguir permitiendo esta situación. 

La mejor forma de recordar a Berta y mantener vivo su legado es conocer su obra y la de tantas personas que, como ella, se la juegan por lo verdaderamente importante. Conocerla, estudiarla, pensarla y aplicarla. No tenemos derecho a olvidarnos de ellas y de ellos, nunca lo hemos tenido. Antes bien, nuestro deber es lanzarnos a buscar agendas paralelas de información que no formen parte de la estridencia mareada y compartir lo que aprendemos. Primeros pasos para lograrlo serían dejar de lado -sin satanizar- elementos como la revista TV y Novelas y su imitación de los Oscar, o La Red; buscar en Internet y en otras fuentes más información acerca del premio Goldman y, sobre todo, de quienes han merecido este reconocimiento. Naturalmente, hay nombres y acciones en muchísimos otros aspectos de nuestra vida como especie en los que intervienen personas que vale la pena conocer: el arte, la política -no confundir con la politiquería-, el deporte, la ciencia, etc. Pero el cuidado del planeta y las cosas contra las que luchaba Berta deben movernos a priorizar.

¿Nos olvidaremos de Berta Cáceres? Está en nuestras manos, en nuestras mentes y en nuestros corazones no hacerlo.



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