miércoles, 13 de mayo de 2015

Salento y el Valle de Cocora - Entre la belleza y el respeto

El departamento del Quindío (en verde).
http://www.turiscolombia.com/quindio1.html
El tamaño del departamento del Quindío, en Colombia -el segundo más pequeño del país- no es motivo para negar o ignorar su belleza. Al contrario. Nuestra sociedad, nuestro mundo globalizado, proclama constantemente las ventajas de lo grande, de lo "mega", de lo que se impone por su dimensión descomunal. Sin embargo, el Quindío puede presentarse como una hermosa excepción a esta regla artificial.

En el mapa colombiano, el Quindío podría asemejarse a una piedra preciosa ubicada, con todo el arte y la destreza de una colocadora, en el mosaico que llamamos Eje Cafetero o Triángulo del Café, entre las cordilleras Occidental y Central. Aquí están, aquí permanecen, el saco repleto de grano, el arriero, el jeep Willis, los recolectores, las chapoleras -mujeres recolectoras- y los gariteros  
-personajes encargados de anunciar con un grito característico a los recolectores la bogadera, bebida refrescante y energizante con limón y panela-, entre muchas otras figuras. 

La situación particular de esta zona del país, que poco a poco se ha recuperado después del sismo de 1999, plantea ser estratégico a la hora de una visita. Debido a su tamaño y a las buenas posibilidades de movilidad, se recomienda tomar un tiempo adecuado -digamos una semana, por lo menos- para conocer los municipios del departamento que ofrecen atractivos turísticos y otras comarcas cercanas a él ubicadas, por ejemplo, en la vecina Risaralda. Y establecer una suerte de campamento base en la ciudad capital, Armenia, para facilitar el acceso a ellos. 

Génova, Pijao, Córdoba, Buenavista, La Tebaida, Calarcá, Montenegro, Quimbaya, Circasia, Filandia -no Finlandia, valga la aclaración- y Salento conforman junto a Armenia la lista de municipios quindianos. Mucho espacio se requiere para referirse a cada uno de ellos como merecen. Por lo tanto, hablaré tan sólo de uno.



Salento es el municipio más antiguo del Quindío y atrae especialmente a los turistas, tanto nacionales como extranjeros, por sus paisajes y por la belleza de su casco urbano, de arquitectura colorida y dinámico por cuenta de sus muestras artesanales. Una larga vía repleta de locales comerciales que exhiben todo tipo de productos, elaborados con imaginación, es punto de encuentro cultural y artístico. Y es una grata experiencia subir a los balcones para tomarse un café o almorzar una buena trucha, preparada de varias y apetitosas maneras, acompañada por un exquisito patacón de plátano, grande y crocante, sin olvidar el "hogao", una salsa especial.






Pero no todo es urbano en lo que a Salento se refiere. No se conoce verdaderamente ese rincón de Colombia si no se acude al Valle de Cocora, reserva que forma parte del Parque Nacional Natural Los Nevados. Cocora -que en el lenguaje de los Quindos significa "princesa indígena" o "estrella de agua"- se puede recorrer a lomo de caballo, si no se teme andar sobre el animal por caminos humedecidos por las lluvias. Aunque no hay nada de qué preocuparse: los humildes corceles conocen perfectamente las rutas y pisan con más seguridad que cualquier humano. O se puede ejercitar las piernas, lo que permite un contacto más íntimo con el paisaje. Abrazando una palma, por ejemplo.

Cocora es el hogar de la palma de cera del Quindío -Ceroxylon quindiuense-, el árbol nacional de Colombia según determinó la Comisión Preparatoria del III Congreso Sudamericano de Botánica celebrado en Bogotá en 1952, decisión oficialmente reconocidea por la Ley 61 del 16 de septiembre de 1985. Entre la altura de cada árbol -entre 60 y 80 m- y la extensión del valle, con la mirada hacia arriba y hacia los lados, cualquier persona debería sentirse minúscula, sin más sentimientos que el agradecimiento, la veneración y el respeto por la Madre Tierra que muestra allí una de sus múltiples caras. No pocas veces, los truenos y los relámpagos de las temporadas de lluvia aparecen para ayudar a recordarle a turistas, visitantes y habitantes locales que son parte de la Naturaleza, no sus propietarios.




Afiche oficial para la protección
de la palma de cera
Lamentablemente, una faceta del fervor religioso popular permanece amenazante sobre las palmas de Cocora, sumándose a los factores que hacen posible su extinción. Cada Domingo de Ramos, como una forma de recordar la entrada de Jesús a Jerusalén montado sobre un burro, todavía se usan hojas de estos árboles a manera de homenaje, si bien desde hace ya varios años las autoridades han convocado a la población católica de rito romano a emplear otras opciones vegetales para demostrar su fervor. Este es, a mi juicio, un ejemplo de cómo ciertas tradiciones religiosas se mantienen entre la gente sin que ésta tenga en cuenta que pueden impactar la armonía ambiental. Es, por lo tanto, urgente una re-educación en temas de fe, en este caso cristiana, que enfatice la necesidad de abandonar ciertas prácticas que, si se miran bien, no forman parte esencial de la propuesta de Jesús de Nazaret: su mensaje no se modificará si dejamos a las hojas de palma en su lugar. Sin embargo, no basta con la acción oficial. La iglesia como institución y como comunidad debe sumarse con mayor ahínco a este esfuerzo.

En Salento se ejercita el sentido estético y en el Valle de Cocora se puede practicar el respeto. Dos motivos, tan sólo dos entre muchísimos, para conocer esa hermosa piedrita verde del mosaico cafetero que es el Quindío.


No hay comentarios:

Publicar un comentario