lunes, 8 de junio de 2015

¡Haga su haikú!

Un intento poético en medio de la sorpresa y de la polémica.

Ariana Miyamoto. Fotografía tomada de arteymedio.com.do

Japón, la Tierra del Sol Naciente, país donde las tradiciones y las novedades se han acoplado de manera asombrosa, donde su gente ha dado ejemplo de cómo salir adelante tras catástrofes tremendas, hoy da de qué hablar al mundo por cuenta de un concurso de belleza.

Para participar en el certamen Miss Universo, ha sido elegida como representante de niponas y nipones Ariana Miyamoto, de 21 años. Su designación ha generado sorpresa y polémica en Japón porque Ariana "no parece" japonesa, aunque de hecho lo sea. Sucede que Miyamoto es hija de una japonesa y de un estadounidense afrodescendiente, y los rasgos que heredó de este son mucho más notables en ella. Físicamente, Ariana se parece más, digamos, a Candice Patton que a Yoko Ono. 

Este detalle ha hecho que cierto sector de la opinión pública nipona se pregunte cómo es posible que una persona como Miyamoto pueda entenderse como modelo de lo que es ser japonés. Caramba, si se supone que nuestras chicas son bajitas, de ojitos rasgados y de piel amarilla, afirman esas personas -y uno se pregunta entonces por qué no las dibujan así en los manga-. Se ha planteado entonces una discusión en torno a ese tema. Un tema común a todas las sociedades humanas que se practica diariamente pero que suele ser ignorado o minimizado: la discriminación. ¿Discriminación en Japón? Pues parece que sí. La verdad, lo extraño sería que no la hubiera también allí.

Miyamoto ha declarado que su objetivo al participar en el certamen es llamar la atención acerca de la segregación que tienen que enfrentar en Japón los hafu o mestizos -la expresión viene de la palabra inglesa half, mitad-; de hecho, ella lo hace a partir de su propia experiencia. Es una variación interesante frente a los estereotipos relacionados con los reinados de belleza y sus motivaciones. Y de paso, un  implacable  generador de preguntas a todas las naciones y comunidades: ¿qué tan abiertos somos frente a la diferencia? ¿Todavía le damos a nuestras identidades connotaciones de pureza? ¿Qué pueblo de la tierra no ha tenido una actitud segregacionista frente a otros? En plan de barajar posibilidades, ¿qué pasaría si la nueva señorita Angola fuera de madre ucraniana y de padre angoleño, más parecida a su mamá que a su papá? ¿Le darían a este caso el mismo tratamiento mediático internacional que al caso de Ariana? Y si la señorita Colombia de 2018 fuera la representante del departamento del Cauca perteneciente a la comunidad nasa, ¿cómo reaccionaríamos

Amin Maalouf
Fotografía tomada de
http://imagenes.publico.es/
En su hermoso libro Identidades asesinas, el escritor franco-libanés Amin Maalouf habla de los fronterizos, de aquellos que como él han vivido en más de un contexto nacional o cultural, que se identifican por igual con todos ellos pero que son obligados a escoger uno solo como "su identidad": "Desde que dejé el Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento 'más francés' o 'más libanés'. Y mi respuesta es siempre la misma: '¡Las dos cosas!' Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Eso es justamente lo que define mi identidad. ¿Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy?". Esta situación, según señala el escritor a continuación en su texto, plantea no pocas situaciones de violencia: la amputación ha sido padecida por muchos en el mundo por cuenta de presiones externas.

¿Cómo encarar esa violencia? Enfrentando al purismo con subversión, pero no la de las armas, sino la que nos permite el arte. Esta subversión surge, aunque suene extraño, del deseo respetuoso de conocer y, partir de este conocimiento, de romper las barreras que separan a las personas, de tirar abajo las "verdades absolutas" que no permiten los intercambios fructíferos. Esto es parte del valor de lo artístico.

Y ya que hablo de Japón, si usted que me lee ha intentado versos alguna vez, quizás se interese en el haikú, probablemente la forma poética más famosa de aquel país. En pocas palabras, consiste en hacer estrofas de tres versos: el primero de cinco sílabas, el segundo de siete y el tercero de cinco nuevamente, preferiblemente sobre temas relacionados con la naturaleza y sobre lo que siente el poeta cuando la contempla. En actitud subversiva, ¿por qué no animarnos a hacer haikús? Al fin y al cabo, la Orquesta de la Luz es japonesa, pero toca salsa. ¿Por qué occidentales no podrían hacer haikús? 

Aprender unos de otros, como un proceso en el que también es posible el error, es lo que nos hace verdaderamente humanos. Aprendizaje sin yerros no es aprendizaje.

Acá les presento unos ejemplos, o mejor, unos intentos de haikú, de mi cosecha:

Abre la prensa:
¿cómo sabes si es libre
o vil negocio?

Carajo, qué bien
se siente tomar agua
mientras se pueda.

El ukelele,
siendo tan chico, canta
con gran claridad.

Guitarrita azul
de doce compases, tú;
yo, aquí te toco.

¡Hey! Armónica,
me besas en la boca
y el tren se marcha.

Maestro, acá
sigo escuchando su voz.
Algo hay que hacer.

Verde campo; hoy
te recuerdo en infancia.
Correr entre vacas.

Viejos libros, ¡Uy!
¿Cómo podría lanzar
sus hojas al mar?

Haikús tomados de perroantonio.com

Y ahora usted, que me lee, ¡haga su haikú!

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