lunes, 15 de junio de 2015

Los Padrinos de Tokio, o una hermosa sinfonía hecha de coincidencias

¿Sigue este blog en Japón? Así es, y por una excelente razón.

Afiche de la película Los Padrinos de Tokio
La televisión por cable, alguna vez tan variada y tan interesante, poco a poco se vuelve aburrida, monótona. Si usted quiere ver canales con menos contenidos frívolos o repetitivos, más formativos, pues pague más dinero: tan sencillo como eso. No obstante, tampoco la cosa es tan en blanco y negro. Puede ocurrir un milagro. En alguno de esos canales en los que suele presentarse películas o series muy regulares, pueden presentar alguna joya, algún buen plato audiovisual para el cerebro y para el espíritu. 

Pude ser testigo de esto la semana pasada, cuando en pleno zapping o "canaleo", como decimos en Colombia, preso del tedio, una noche me encontré con Tōkyō Goddofāzāzu, Tokyo Godfathers o Los Padrinos de Tokio, una hermosísima película de anime escrita y dirigida por el japonés Satoshi Kon; se trata de un filme producido hace ya unos cuantos años, en 2003. 

Lo que puede parecer la trillada historia del milagro en Navidad ha sido relatada por Kon y su gente de una manera absolutamente original, rebosante de humanidad, de humor y de acción. Tres mendigos, en un frío diciembre de la capital japonesa, encuentran una bebita recién nacida abandonada entre un montón de desechos. Lo que para ellos al principio es tan sólo una casualidad, se convierte en un viaje épico cuya finalidad es devolver la niña a sus padres.

Un trío conformado por habitantes de la calle: el alcoholizado Gin, la fugitiva adolescente Miyuki y el transexual Hana se encuentran y se desencuentran, de muy variadas maneras, por cuenta de la misión que asumen. Se hacen un propósito, no obstante sus diferentes puntos de vista, sencillamente porque sí, porque no es correcto que una bebita esté perdida en la gran urbe sin tener quien la cuide como necesita, que esté lejos de quienes la aman y la esperan. Cada uno de los integrantes de esta extraña familia tiene su historia con sus propios personajes, que van apareciendo de
manera muy atractiva a lo largo de la cinta, con motivos específicos. Sobre todo, para alimentar una de las características más llamativas de Los padrinos, esta es, el poder creer que las coincidencias importan y que se pueden narrar sin caer en lamentables tonterías.

Porque ocurre que la película es una sucesión poética, sinfónica, de hechos increíbles que no son lógicos pero que, en la dinámica de la historia - y, hasta cierto punto, por cuenta del lugar de los hechos-, no parecen descabellados. Solamente así pueden encontrarse en la misma historia miembros de la yakusa, la Cruz Roja, drag queens, adolescentes que causan daño por deporte, un cementerio japonés de acceso público repleto de ofrendas a los antepasados y a los seres queridos ausentes, loterías con números ganadores improbables, sicarios latinoamericanos de buen corazón y bien acompañados, un discurso aparentemente cristiano pero edulcorado y estéril, parejas que pasan de la felicidad al fracaso en un abrir y cerrar de ojos, vecinas bien informadas de los infortunios del prójimo, hombres que pueden recibir en toda regla el título de madres, usuarios de trenes urbanos asqueados, borrachos de corbata que se pierden en el anonimato cuando lo insólito aparece...

Si bien es obvio decir que no es lo mismo vivir en las calles de Tokio que hacerlo en las calles de Cartagena, de Kolkata o de Puerto Moresby, gracias a la película uno logra encontrarse con la realidad de estas personas sin que se caiga en el discurso facilista de "ellos, los pobrecitos". Los padrinos es una especie de reivindicación de los marginados que no los eleva a los pedestales, inaccesibles por irreales, pero que sí ofrece una interesante alternativa: mostrar, a partir de ellos, el ser capaz de dar la vida por lo correcto movidos por un impulso extraño a la razón, sin poseer nada... Aparte de ese sentido del deber. Es un canto al actuar con heroicidad sin tener pinta de héroe ni súper-poderes, propios o comprados, porque el heroísmo en realidad es atreverse a hacer las cosas bien porque es necesario.

Hay que decir también que el doblaje al español "latino" le ofrece al filme un brillo extra, especialmente por el trabajo del actor Gerardo Reyero, encargado de la voz de Hana, el transexual, ya que se trata de un personaje que se mueve entre las exageraciones más patéticas y divertidas y la sensibilidad más delicada y dulce. Reyero logra aumentar con su voz estas características, haciendo de la estrafalaria heroína una figura inolvidable.

Recomiendo entonces a mis lectoras y lectores ver Los padrinos de Tokio, o volverla a ver, si ya lo hicieron. Afortunadamente, se puede encontrar en Internet. Y les sugiero después "echarle un ojito" a un pequeño documental sobre cómo se hizo la película. Está en japonés, pero una vez vista la cinta, se puede disfrutar:




Las puntas

Hablando de cine animado: cada quien puede gustar o no gustar de la nueva película de Dago García, Reguechicken. Lo que sí es cierto es que a esta hora los abogados de Disney deben, o deberían, estar detrás del señor García: es obvio que el pollo colombiano es igualito al pollo estadounidense. Sólo que más alto, me parece. A menos que...

El 14 de junio es el día mundial de la donación de sangre. Ustedes, que pueden hacerlo -yo no, lamentablemente. Larga historia-, háganlo. En serio. Créanme que esto sí que es justo y necesario. Y si quieren, conviértanse en donantes de órganos. Este audio, producido por las compañeras y los compañeros de Radialistas, sirve de inspiración.

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