viernes, 13 de febrero de 2015

Día Mundial de la Radio: algunos momentos del pasado

En 2015, el Día Mundial de la Radio está dedicado a los jóvenes. Ante esta simple afirmación, no faltará quien se llene la boca con discursos. De mi parte, tan sólo me gustaría compartir con ustedes algunas anécdotas desde mi experiencia personal, desde mi historia de vida, relacionadas con el maravilloso medio al que se consagra el 13 de febrero.


Creative Commons. Marina Salomone: Radio.
1984: todos los días, a las 6 de la mañana, mi mamá me despertaba y me arreglaba para ir al jardín infantil. No sé por qué mis papás a esa hora siempre sintonizaban la emisora Radio Santa Fe en el AM -una estación muy reconocida en aquella época, pero que hoy es apenas una sombra en el dial, lamentablemente-. Lo que escuchaba ahí mientras me aseaba, me vestía y desayunaba son quizás mis primeros recuerdos radiofónicos. ¿Qué sonaba a esa hora, en esa frecuencia? Más que todo, vallenatos: Mi presidio, de Romualdo Brito, El Mochuelo, de Otto Serge y Rafael Ricardo, y el Drama provinciano, del Doble Poder, son algunos ejemplos. Ahora me da mucha risa la forma como escuchaba esas canciones: por ejemplo, donde Serge entona "agil vuela, busca la ocasión", yo entendía "habichuela busca la ocasión". ¡Ah! ¡Además, no tenía ni idea de lo que era un mochuelo! Cosas de niños. Y recuerdo las voces de dos locutores de la Santa Fe a esa hora con noticias y otras cosas: uno, muy estilizado. Otro, con voz de enfermo. No supe cómo se llamaban, ni recuerdo haber escuchado sus nombres.

1995: La mamá de mi mamá me regaló mi primer radio a transistores portátil con audífonos, una versión made in China del walkman. Casi todas las noches me correspondía lavar los platos después de comer y aquella cajita amarilla con botones negros, colgada de mi cinturón, era para mí, como bien lo describió Roger Taylor en su canción Radio Gaga, "mi única amiga en las noches adolescentes". Noches adolescentes de agua, jabón y trastos, pero ahí estaba la radio. Había un programa llamado La noche de los lápices, conducido por Félix Sant-Jordi -en realidad llamado Félix Riaño-, con su muy elegante voz. En este espacio dedicado al rock en idioma español pude conocer joyas que me sostienen aún hoy: el impresionante Blues de la Soledad escrito por Joaquín Sabina y Antonio García de Diego, cantado por Miguel Ríos -escuchen y sabrán cómo me sentía en aquella época-; el estremecedor Sin tu latido, de Luis Eduardo Aute -la versión que cito es para mí la versión-; escuché también allí por primera vez a Serú Girán y su Seminare. Pero bueno, no todo eran melancolías: Sant-Jordi presentaba un tema que él mismo cantaba con una agrupación llamada Banda Sonora y que es, en mi opinión, el himno perfecto del obrero: El rey del pañete. Varios años después, los espacios de rock clásico en la emisora universitaria Javeriana Estéreo y en la Radiodifusora Nacional de Colombia, más el programa Beatles por siempre de Manolo Bellón, alimentaron mi "caseteca": yo coleccionaba sus emisiones en montañas de casetes, registros elaborados con mi fiel grabadora tipo "huevo", almacenados en un estante comercial de panes que hoy es parte de mi cocina. Así conocí temas inmensos como Cryin' to be heard, de la poderosa banda británica Traffic, entre muchos otros.

1998: el año que podría llamarse "el paso a través del espejo". En el comienzo de mis estudios de pregrado, la querida e inolvidable Martha Bernal -quien falleció hace unos años-, convocó a algunos de los integrantes de nuestro grupo de semestre para realizar algunas actividades de su cátedra en una emisora comunitaria, ubicada en el municipio de La Calera. Este pueblo es uno de los más cercanos a Bogotá. Acepté ser parte de esa "delegación"; curiosamente, lo que se suponía que serían algunas semanas de prácticas, se convirtieron para mí en seis años de trabajo en La Calera FM, 101.3. Recuerdo la primera vez que viajé a la emisora solo, pues también era la primera vez que salía solo de la ciudad. Recuerdo mis primeras emisiones al aire, especialmente el resumen de noticias departamentales los sábados en la mañana con Jaime Rozo, director de la emisora, su hermano Freddy, "el tigre de la consola" y don Carlos Marín, comunicador en formación en aquella época. Un tiempo después, la primera vez que tuve a mi cargo en solitario ese espacio -no me acuerdo por qué razón- fue un desastre. Pero fue un aprendizaje. Recuerdo a una agrupación local de música carranguera, Los playoneros del Salitre (El Salitre es una vereda de La Calera). Uno de sus integrantes, conocido como "Robertico", también era uno de los locutores de la emisora, con su acento campesino y franco muy marcado. Recuerdo salir con Jaime a recolectar historias de habitantes del pueblo: el talabartero, el campesino cultivando bajo la lluvia con una buena provisión de delicioso guarapo, la profesora del jardín infantil rodeada de niñas y niños, las organizaciones sociales. Recuerdo, por último, hacia el final de mi paso por la emisora, ser el encargado de las emisiones entre las 8 de la mañana y las 6 de la tarde, frente a la consola, el computador y el micrófono, programando el espacio más popular de La Calera FM: Pedazo de acordeón, de lunes a sábado a la una de la tarde. ¿Tengo que decir de qué trataba el Pedazo, qué sonaba ahí? Ah, y los Graffittis al aire, después de esa hora.

En el comienzo del siglo XXI, mi vinculación al Grupo ComunicArte en calidad de practicante fue mi pasaporte al aprendizaje de la digitalización de audios y de otros elementos técnicos, a la radio escolar, a las producciones del Servicio Radiofónico para América Latina SERPAL y, muy especialmente, a Un Tal Jesús, de mis queridos amigos María y José Ignacio López Vigil. No puedo dejar de mencionar aquí a Alma Montoya, directora de ComunicArte, y muy especialmente a la hermana Inés Nadalich -hoy en la Casa Eterna-, guías y compañeras en esta etapa.

Madrugando en la infancia, lavando la loza en mi adolescencia, trabajando en una radio-estación enmarcada en las montañas de mi país y practicando en el arte de la comunicación conocí, me enamoré y aprendí a hacer la radio. Aún sigo en ese proceso. Y sin decir nada de El Colectivo... Esa es otra historia.

Estas son algunas de mis historias radiofónicas. ¿Cuál es la suya?

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