miércoles, 25 de febrero de 2015

Esa mercancía, la salud...

A propósito de la partida de Camila Abuabara.

Fotografía. Diario El Espectador.
Finalmente, el cuerpo de Camila descansa. El ajetreo de madrugadas a mil por una urgencia, las gestiones para una consulta, para la autorización de un medicamento de alto costo para una paciente de alto riesgo, los análisis de todo tipo, las hospitalizaciones, las cirugías, el dolor, la soledad, la impotencia, la pregunta: qué hubiera pasado si... Todo eso ha terminado para él. Pero su historia no termina, pues se repite en gran cantidad de pacientes en Colombia y en el mundo, unos con casos más delicados que otros.

A sus compañeros de lucha, amigos y familiares, mi abrazo y mi deseo de fortaleza en este momento.

Sin compararme con ella, ni más faltaba, debo decir que también yo conozco el laberinto, el costal de anzuelos que es el sistema de Colombia. He jugado en dos posiciones de este juego: como paciente y como familiar de paciente. Doy fe de lo tortuoso que es ir de un extremo a otro de la ciudad, rebotando como una pelota entre el consorcio que directamente presta los servicios médicos y la Entidad Promotora de Salud (EPS) por detalles tan absurdos, tan fáciles de resolver con un poco de sentido común, con más comunicación, con un mejor planeamiento. 

Estoy totalmente convencido de que en Colombia la salud es un negocio, como lo es la educación, por nombrar únicamente otro caso. Las EPS reciben jugosas entradas, no solamente por lo que corresponde a lo que todos tenemos que pagar mensualmente por contar con los servicios, sino también por concepto de los llamados "bonos" por consulta, por examen de diagnóstico o por solicitar medicinas. Veo a los médicos, encerrados en consultas de 15 minutos por paciente, funcionarios antes que servidores, muchos esforzándose por ejercer su vocación cabalmente, otros acostumbrados a su metamorfosis: de médicos a burócratas. Los de más allá, ahogando el estrés con cigarrillos y tinto en algún momentico que le roban a las duras jornadas... Y ciertos profesionales de la salud, como las fisioterapeutas 
-una condición esencialmente femenina, ¡vaya!-, son laboralmente subestimados, mal pagados y discriminados. Si una "fisio" desea especializarse, estará en desventaja frente a otro profesional que tome esa misma especialización. Un ingeniero, por ejemplo. O una enfermera, incluso.

Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en que los médicos eran llamados "de cabecera", amigos de la familia, que iban a la casa del paciente a quien conocía perfectamente tras años de convivencia profesional y personal, para atender sus males y también para tomarse un café y charlar de las últimas novedades. Les sobraba tiempo para ser humanos. Si se lo cuento a mi sobrina en unos años, no me creerá. 

La salud en Colombia es un negocio. Pero miremos el corazón y la mente que cargamos. Nosotros, los pacientes, los usuarios, los clientes, también tenemos mucha responsabilidad en facilitarles las cosas a las pirañas. Cierto, el sistema es terrible. Pero se piden citas a las que luego no se acude. Jugamos con la auto-medicación y empeoramos la situación, especialmente porque esos bichitos invisibles llamados bacterias se vuelven más resistentes a los antibióticos cuando tomamos pepas sin ton ni son. Nos quejamos de que no hay plata para el bono, pero sí que la hay para el cigarrillo y para la cerveza. Nos da pereza seguir las indicaciones del médico, porque para qué. Nos da "mamera" hacer ejercicio, actividad física. Nos acostumbramos a que buses, camiones y automóviles nos escupan sus humazos, y a que la industria derrame sus desechos en las fuentes de agua. No nos alimentamos bien cuando tenemos la posibilidad: preferimos almorzar en McDonald's o en Crepes & Waffles porque da más caché, en vez de preparar nosotros mismos nuestras verduras o desayunar con una buena porción de fruta. Y peor aún: todos estos hábitos no saludables se los transmitimos, de la manera más natural y despreocupada, a nuestra infancia. De niños, de jóvenes: el exceso, porque la energía es muchísima. Luego, al bordear los cuarenta, comienza el peregrinaje por esa especie de milla verde que es nuestro sistema de salud.

Así las cosas, ante este panorama, Camila y sus colegas en Colombia y en el mundo seguirán preguntándonos: ¿ustedes qué van a hacer?


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